Imagina conmigo una combinación entre
[1] DALL-E, una tecnología de inteligencia artificial que genera imágenes detalladas y espectaculares de lo que sea que le pidas con unas pocas palabras, [2] con el modo de estabilización de video del iPhone 14 para escenas de acción, [3] con la abundancia de LIDAR en smartphones y tabletas, un sensor láser que determina distancias y profundidades de forma altamente precisa y que vive escaneando todo el universo a tu alrededor, [4] con el algoritmo de TikTok Now, una app que te empuja con notificaciones insistentes sobre cuándo debes subir contenido.Tu smartphone te indica que son las 4:34 de la tarde, hora ideal para que salgas al parque que tienes a 680 metros de distancia —te anexa link al mapa. La indicación es que grabes una secuencia donde persigues rápidamente durante 9 segundos a un enemigo imaginario que verás en modo AR — realidad aumentada, como Pokemón Go.
Haces todo como buen niño obediente y tu smartphone te felicita porque consigues una precisión del 87% en esta ejecución sugerida de tu objetivo para aumentar tu audiencia en redes sociales.
Realmente no hemos visto nada en términos de lo que viene en creación de contenido.
No estamos lejos del día donde podamos pedirle al sucesor de Netflix que queremos ver una película basada en uno de nuestros libros favoritos y que —por favor— la genere usando el gemelo digital de tal actriz de nuestra preferencia. Ah, y claro, el estilo de la película debe ser una mezcla entre esta y esta otra que te encantan. El concepto de películas on-demand será barrido por creaciones on-command con un sentido casi mágico.
También digamos que amaneciste «creativo» y quieres «escribir». Le pides a Writai —tu app de inteligencia artificial— que genere un texto sobre los peligros de la vida sedentaria y cómo combartirlos con los hacks del nuevo libro de salud de Tony Robbins, pero lo quieres redactado en el estilo de un tal Aarón Benitez. Que sean unas tres mil palabras, por favor, con la historia de superación de una chica treintañera de fondo para ilustrar y darle sabor a la idea. La página en blanco se llena de letras y comienzas a revisar «tu obra», editando con comandos de voz para explicarle a la tonta inteligencia artificial que no quieres tanto drama en el texto y sí más términos en su inglés original.
Lo que hoy consideramos claro y obvio en términos de derechos de autor serán ideas cavernícolas dada la tendencia natural donde toda la creatividad e información que la humanidad ha generado estará básicamente disponible para cualquiera que pueda pagar su suscripción a estos sistemas ubicuos disponibles con el hardware/software de AppleMeta o de Amazonsoft, los megacorporativos que tres décadas después de la primera pandemia moderna siguen moldeando nuestro comportamiento físico y digital.
Nadie llama metaverso al metaverso. Es como si en 2022 alguien dijera «te envío un correo» y la otra persona pensara que va a recibir una carta en papel dentro de un sobre que puede tocar. Es lógico que la vida y el metaverso ya son uno y no tiene que ver con esa tontería de niños donde todos son colores neón y saltos exóticos entre juegos imaginarios y así. El metaverso/vida normal es simplemente usar tus lentes de última generación —tan normales hoy como lo era cargar un estorboso smartphone en la época del COVID— para ordenar al sistema omnipresente que incluya pantallas de trabajo/entretenimiento en tu periferia mientras viajas en transporte público de Tesla, una de las pocas compañías que han sobrevivido para mantener su nombre original.
En el tercer mundo, las oficinas de gobierno que siguen solicitando la presencia física de los ciudadanos para ciertos trámites continúan existiendo. Justo como hoy las personas tienen acceso a chatear con gente al otro lado del mundo y beneficiarse del comercio electrónico global para hacer dinero y no lo hacen, en el futuro la tecnología tampoco habrá resuelto que la mayoría de la gente que no quiere aprovechar las oportunidades lo hagan. Así somos los humanos.
Conceptos de moda a principios de siglo como «trabajo remoto», «sustentabilidad», «privacidad» y etcétera habrán caído en desuso justo como hoy no usamos «ecología», «sindicalismo», «voto femenino» porque son temas superados o abandonados.
Criptomonedas. Ingreso básico universal. Automóviles eléctricos. Bases espaciales en la luna y Marte. Chips en tu cerebro. Todo esto es parte del día a día y nadie dedica un segundo a gritar escandalizado o asombrado, al igual que en este año tú no estás maravillado o encabronado por la existencia de internet o las pantallas planas: es lo que es y así ha sido durante toda la existencia de la humanidad en lo que a ti concierne.
Tristemente, nadie verá como un asunto fantástico el poder generar completos modelos realistas de nuestros seres queridos a miles de kilómetros de distancia para caminar y platicar con ellos en tiempo real. Será lo normal, justo como hoy nadie grita de entusiasmo por una videollamada en WhatsApp que no te cuesta nada.
El futuro no es Black Mirror, una serie de pesimismo barato que vende porque nos hace sentir inteligentes al proyectar nuestros miedos y hacernos creer que podemos ver algo que los demás no.
El futuro tampoco es automáticamente maravilloso. Los humanos tenemos la increíble facilidad de normalizar lo genial y verlo enseguida como un derecho inalienable.
Cuando las personas me dicen que las redes sociales son terribles y que es un invento que está jodiendo a nuestra sociedad, mi respuesta es que lo único que las redes sociales han hecho es demostrar fácil y rápidamente cómo somos en conjunto. Las personas nefastas siempre han existido, pero ahora se pueden coordinar mejor. La gente genial también, y si se lo proponen, ahora se pueden encontrar también.
A lo que voy con esto es que las redes sociales son un ejemplo de una tecnología que nos pone al descubierto. No nos polariza más ni hace emerger un lado de nosotros que no exista. Hey, velo así: ¿me vas a decir que todos los miembros de tu familia y todos tus amigos, colegas y conocidos son personas buenas, honorables, productivas y enfocadas? Claro que no. Tu red social analógica es un reflejo de la digital: hay de todo. Tú decides en cuál de sus lados enfocarte.
Para entender mejor los potenciales escenarios del futuro recomiendo los libros y cuentas de Peter Diamandis, Nick Bostrom, Alvin Toffler, Steven Pinker, Balaji Srinivasan y Yuval Noah Harari, no Black Mirror, por favor.
Te dejo. Dice TikTok Now que —como soy su esclavo— me corresponde ejecutar sus órdenes en este instante.
Sin pena.
Cero dramas.
Enfoque. Ecuanimidad.
La gloria está en el largo plazo.
Disciplina emocional.
Dureza mental.
Sé audaz. Y selo ahora.
—A.I.