
Esta semana un amigo me comentó que lo estaban invitando para participar en una DAO que iba a apoyar a startups en Austin que ganaran concursos en el mundo cripto.
A ver, me explico. Una empresa es lo que se conoce como una persona moral. Usualmente la identificamos con un nombre como “Empresa con tal nombre, S.A. de C.V.”, “S.A.P.I. de C.V.” u otras variantes en ese estilo. Eso de “S.A.” —como ya debes saber a estas alturas— significa “sociedad anónima” lo cual indica exactamente eso, que varios socios apoyan el proyecto pero sus nombres no son públicos sino el de la compañía.
Bien. Este maravilloso invento legal y financiero de la S.A. es uno que tiene varios siglos de existencia. ¿Sabes cuál ha sido la evolución del mismo? Nada. Ninguna. Nothing. A excepción de ciertas ocurrencias para fines fiscales o del derecho, las prácticas de una sociedad anónima son básicamente las mismas que empezaron a utilizarse desde sus orígenes en Francia, Inglaterra y Holanda hace casi quinientos años.
Una DAO es una especie de sociedad anónima pero con esteroides, algo basado en tecnología criptográfica. Formar una S.A. hoy en día es lento, burocrático y costoso. Establecer una DAO es rápido, barato y global. Además, la característica que considero más importante es la transparencia de su gestión. Con una DAO puedes dar seguimiento en tiempo real al destino y aplicación de los recursos, votar en cada decisión y conocer rápidamente los resultados, saber cuántos miembros (socios) participantes hay y activar más beneficios conforme aportes más a la empresa (proyecto).
DAO significa “Decentralized Autonomous Organization”, lo cual podemos traducir como “Organización Autónoma Descentralizada”, un nombre ciertamente rimbombante para decir que un grupo de personas pueden anónimamente coordinar sus ambiciones de forma rápida y segura usando tecnología de punta. Te invito a que investigues más al respecto y aprendas sobre esto. En unas décadas esta será la manera más común de hacer negocios, aunque hoy luce tan exótico como seguramente se veía en los años 1600 la idea de una “persona moral”, una “empresa” y una “sociedad anónima”.
Bien. Te comentaba de mi amigo y la invitación que le hacían para pertenecer a una DAO específicamente diseñada para inyectar recursos a startups ganadoras de concursos en el mundo cripto.
Mira, sí, esto suena genial, dije a mi amigo, pero debes cuidar los incentivos de las cosas en las que inviertes.
Repite esto veinte mil veces: entender los incentivos es entenderlo todo.
¿Qué quiere el fundador de una startup cuando se inscribe a un concurso? Ganar el p concurso, claro.
¿Qué significa ganar ese concurso? Dinero. Prestigio.
¿Qué es lo siguiente que va hacer el fundador de una startup que gana un concurso? Inscribir su idea a otro concurso. El dinero y el prestigio son adictivos.
¿Qué tiene de malo ganar concursos? Que te enfocas en ello, que optimizas tus ideas, procesos y recursos para ganar más concursos y con esto te metes a una burbuja que no te conviene.
¿Qué burbuja? Una en donde unos jueces poco calificados te dicen que tu idea es genial, pero esto no importa.
¿Por qué no importa? Porque el único mecanismo comprobado a través de los siglos para saber si una idea es genial se llama mercado y si tu startup no está lidiando directamente con él, tu idea no está recibiendo la inteligencia de negocios que debería.
¿Y cómo sabes que los jueces no están calificados? Porque lo que he visto en muchos años de experiencia en la arena del emprendimiento es que usualmente invitan a académicos, influencers y otras personalidades que seguramente son muy inteligentes y capaces en sus áreas pero no tienen experiencia con ejecución ganadora comprobada construyendo negocios en el mundo real. Además, incluso teniendo expertos en negocios dentro del jurado, lo que importa con respecto a tu startup no es lo que algunos opinen, sino lo que el mercado determine a través de la oferta y demanda. Muchos de los modelos de negocios que actualmente alabamos en el planeta fueron en sus inicios despreciados y ridiculizados por profesores universitarios e inversionistas con gran reputación que no tuvieron la capacidad de ver su potencial.
¿Entonces está mal que las startups participen en concursos? No veo realmente gran beneficio para ellas. Hay quienes podrían decir “pero sirven para que adquieran confianza”, “les ayuda a que les den retroalimentación”, etcétera. O sea, a ver, si vas a lanzar una empresa de alta tecnología (eso es una startup) y quieres apapachos emocionales que te lleven amablemente de la mano para hacerte sentir bien y seguro con lo que estás construyendo, estás mal ubicado en el mundo profesional. Así no funcionan estas cosas.
Aclarado todo lo anterior, el consejo que di a mi amigo fue que, sí, claro, debe involucrarse en DAOs. Unirse pronto al futuro siempre trae ventajas pero no, no debe entusiasmarse con nociones románticas que en la superficie suenan bien —como esto de invertir en startups que ganan concursos— pero que en realidad se sostienen de incentivos incorrectos.
Aplica este mismo criterio a las startups que solo saben lucir cool en redes sociales.
O las que solo saben salir en revistas.
Si vas a invertir, enfócate en la capacidad que el o los fundadores de la startup tienen para mantenerse necios en las cosas que importan y no para andar distraídos con situaciones que lucen bien pero que no aportan profundidad alguna ni a su filosofía ni ejecución.
Tu mejor amigo es el mercado si aprendes a leer lo que te dice.
Tu peor enemigo es el mercado si retrasas o evitas la interacción con él.
Sin miedo.
Cero dramas.
Ecuanimidad. Enfoque.
La gloria está en el largo plazo.
Disciplina emocional.
Dureza mental.
Sé audaz. Y selo ahora.
—A.