El pensamiento de segundo orden es considerar los efectos de los efectos. Se podría decir que si no estás tomando en cuenta lo que puede ocurrir después del primer recorrido mental de tu decisión, entonces en realidad no estás pensando bien.

El pensamiento de segundo orden es complicado porque involucra retar lo que ya decidimos en la conclusión original de nuestro diseño mental. Si —por ejemplo— haces un video semidesnudo y sugestivo en TikTok contando un buen chiste con malas palabras, el pensamiento de primer orden te va a llevar a visualizar que en el resultado lógico obtendrás muchos likes, tu engagement se irá a las nubes y la cantidad de followers de tu perfil se incrementará. El pensamiento de segundo orden es aquel que tiene que venir —obvio— inmediatamente después. Es el que te hace ver que sí, que entre otras cosas «buenas» que pueden ocurrir como consecuencia de tu video sexy y divertido son colaboraciones con otros creadores de contenido y potencial viralidad que te regalará algunos dólares en la plataforma. Por otro lado, ya que estás ahí, inserto en el pensamiento de segundo orden, acostúmbrate a llevarlo por el otro lado que no te conviene tanto. Cuestiónate con fuerza cuáles son los escenarios que no estás abiertamente contemplando y que te podrían dañar.

Tal vez tu credibilidad profesional en tu empleo o emprendimiento va a sufrir.

Tal vez ciertas relaciones estratégicas se hagan a un lado porque no quieren estar conectadas con este lado de tu marca personal.

Tal vez tus hijos encontrarán esto en unos años y te no sentirás muy orgulloso al respecto.

Cosas así.

El pensamiento de segundo grado es una de las marcas de profesionalismo más grandes que existen. Casi cualquiera puede llegar a conclusiones directas de una acción. «Si hago esto, esto es lo que muy probablemente va a ocurrir». El segmento siguiente es el que debes entrenarte en incluir en tu tren de lógica: «Si hago esto, esto es lo que muy probablemente va a ocurrir. Y como consecuencia de eso, lo que va a pasar después puede ser esto (bueno) y esto (malo) y esto (peor)».

En The Great Mental Models, Shane Parrish cuenta la historia de cómo el gobierno británico combatió el problema de un exceso de cobras en las calles de la India solamente con pensamiento de primer orden. Ofreció dinero a quienes entregaran a las autoridades a estas víboras muertas. La población en la pobreza vio una oportunidad y comenzaron a criar más serpientes para poder cobrar las recompensas. El número de estos peligrosos animales incrementó en lugar de disminuir. Luego el gobierno vio que estaba siendo estafado, detuvieron los pagos y la gente se enojó y soltaron a las amenazas en las calles y el problema se puso peor.

Esto ocurre todo el tiempo en tu país y el mío, con políticos que aplican prácticamente todas sus ideas en modo pensamiento-de-primer-orden porque —la verdad— las personas somos flojas y no queremos explicaciones largas ni filosóficas. Si de repente nuestros gobernantes comenzaran a darnos discursos llenos de detalles precisos sobre los escenarios que pueden venir después de inaugurar tal nuevo programa social o aprobar tal nueva ley, bueno, perderían fácilmente las próximas elecciones ante cualquiera que traiga un speech más fácil de digerir. Somos adictos a lo breve y obvio, queremos que nos digan rápido las cosas, lo que va a suceder ya. Lo demás, lo que pueda pasar después —pensamos tontamente— lo resolveremos «cuando llegue el momento».

Igual ya ni siquiera es nuestro problema.

Hay pensamiento de segundo orden posible y hay pensamiento de segundo orden realmente imposible. El tipo que inventó el motor de combustión interna y comenzó con todo esto de los automóviles basados en gasolina y así, no podía, bajo ningún escenario, imaginar problemas como la contaminación atmosférica ni el aumento de temperatura global por la liberación de nuevos gases contaminantes. La ciencia y entendimiento de muchas cuestiones obvias hoy no estaban disponibles hace más de un siglo para ser incluidos en el potencial pensamiento de segundo orden de aquellos pioneros automovilísticos. Intento decirte que esto tiene límites, claro, pero que eso no sea una excusa para aventar nuestra mente lo más alejada que podamos para prevenir catástrofes.

El pensamiento de segundo orden te regala una de las características más poderosas para ser un tipo en control de sí mismo: ecuanimidad. Cuando todos se entusiasman por una decisión que promete resultados buenos y rápidos, tú activas tu modo de pensamiento de segundo orden y ofreces a la mesa redonda en la que te encuentras los potenciales escenarios opuestos que pueden llegar con posterioridad. Esto no te va a convertir en la persona más popular o querida del grupo, pero te dará la reputación de alguien analítico. Con el pensamiento de segundo orden bien instalado en tu sistema operativo personal, construirás el reconocimiento de ser alguien a tomar en serio.

En resumen: el pensamiento de segundo orden es el efecto del efecto, son los teatros de operación que pueden venir después del resultado más obvio que estás considerando en la primera iteración mental.

El primer orden de pensamiento es superficial.

El segundo orden de pensamiento es profundo.

Impulsa genuinamente tu desarrollo personal y profesional evitando lo superficial.

Ecuanimidad. Enfoque. Largo plazo.

Sé audaz. Y selo ahora.

—A.