Yo no entendía el juego del lujo. Viniendo de una franja social en la que conseguir cada peso era una batalla, ya te imaginarás lo que pensaba sobre “despilfarrar” dinero en cosas que tienen sustitutos baratos. Este tipo de mentalidad me tuvo atrapado en el famoso “nosotros versus ellos” donde “los ricos son tontos” porque “hacen tonterías” como comprar computadoras que valen tres o cinco veces más que otros modelos que funcionan igual de bien.
Mi vida cambió cuando dejé de pelear contra ese nivel y comencé a estudiarlo.
Toma nota. Este es el juego del lujo.
El llamado
Para explicarte el punto inicial del lujo hoy, voy a comenzar diciéndote que Steve decidió abrir Apple Stores en 2001. Los expertos primero bostezaron para después condenar inmediatamente la idea. Eso de la venta directa en centros comerciales —dijeron— era algo del pasado, como si Jobs fuera estúpido y no hubiese entendido desde el día 1 el poder de la internet. En fin, nunca hagas caso a “expertos” que no han construido nada. Son meros críticos teóricos que lucen inteligentes empujando el pesimismo como defensa emocional.
Velo así: el vendedor callejero más humilde carga en este instante un smartphone con poder de cómputo que cualquier nave que enviamos al espacio en los sesentas envidiaría. Por un lado, la masificación de esta tecnología es genial, claro, pero por otro, esto genera un problema para ese peculiar nivel socioeconómico que siempre desea distinguirse de la clase pobre y media. Ese grupo se ha quedado sin espacio de maniobra, sus miembros no tienen hacia dónde moverse para destacar en términos digitales.
Sí, por supuesto, el iPhone de más alta gama demuestra tu poder adquisitivo, pero la realidad es que ya nadie babea al verlo. Toda su sofisticación en características y diseño en realidad no lo separa mucho de lo que utiliza un obrero promedio hoy en día para entretenerse en sus redes sociales.
Hay gente que tiene adicción a enviar al mundo señales de su status financiero todo el tiempo.
Hay gente que necesita demostrar a los demás de muchas maneras que el dinero no es un problema para ellos.
Hay gente que solo obtiene seguridad emocional gastando cantidades exorbitantes en soluciones que podrían conseguir más económicas.
Si esto te ofende o te resulta difícil de concebir, todavía no entiendes mucho de psicología básica. Mi resumen gratuito para ti es que todos somos un manojo andante de complejos y complejidades que se reflejan transparentemente —si lo sabemos decodificar— en lo que comemos, pensamos, construimos, abrazamos, compramos y decimos.
Hay muchas marcas que entienden esto perfectamente. Y la forma más apropiada que han desarrollado para conectar en conversación con su clientela perfecta no es otra más que el precio. Sí, ese precio que te parece exorbitante, esa etiqueta costosa que te resulta ridícula, ese lugar al que ni entras porque asesinaría tu línea de crédito. Tales reacciones son el efecto del posicionamiento preciso y afinado que muchas compañías han construido para que las ignores si no eres parte del sector y mentalidad socioeconómica en lo alto de la pirámide que les interesa seducir. Si no eres parte del club, quieren que lo sepas.
La mayoría de ellas están en esos centros comerciales exclusivos. Y aquí va el segundo punto del lujo que quiero compartir contigo hoy.
Pero primero anota bien esto: tus precios son un llamado.
Hazlo claro.
Lo premium
El otro día mi esposa me decía que —en su predicción— las tiendas de ropa iban a desaparecer en los próximos diez años por culpa de la variedad, precio y comodidad de comprar en línea. Esto dicho por una compradora tradicional que hasta hace un par de meses insistía que era mejor probarse las faldas y blusas en un vestidor en lugar de adquirirlas con un par de clics.
Estoy de acuerdo en que esta tendencia va a aumentar conforme la población avance generacionalmente. Los adolescentes de hoy serán los adultos de mañana y el entrenamiento que han tenido es totalmente digital. A pesar de los ataques del comercio electrónico, creo que las tiendas de ropa y los centros comerciales seguirán presentes. La estrategia para que algunos pocos sobrevivan será hacerlos todavía más exclusivos. Recuerda lo que ya te dije líneas arriba: mucha gente necesita enviar señales sobre su insensibilidad a los precios y demostrar su dominio del tiempo. Cuando en el futuro decidas perder medio día en el shopping mall para comprar ropa con precios dos o tres veces más costosos de lo que hay en el ciberespacio, bueno, lo que estás estableciendo es una especie de declaración estilo “fuck it, puedo hacer esto porque tengo dinero y tú no”.
Sé que suena agresivo, pero es lo que muchos hacemos en otros términos. Todos somos insensibles a los precios en algún aspecto. Acudir al estadio de fútbol y pagar comida y bebida a precios elevados solo “por vivir la experiencia” es un buen ejemplo. ¿Qué necesidad tienes de ir a ese partido de forma presencial si lo puedes ver cómodamente en casa sin sudar ni gastar tanto? En mi caso, soy insensible al precio de los libros. Si el título de alguno me fascina y ya lo estoy sosteniendo en mis manos, lo compro en ese instante en la librería en que me encuentre, aunque sé que lo puedo recibir más barata y cómodamente en casa gracias a Prime.
Entiende que todos tenemos estas insensibilidades en los rincones privados de nuestras preferencias .
Por favor, registra esto claramente en tu visión del mundo moderno: hoy lo digital es común, accesible, barato. Lo presencial, lo físico, esto es lo que se ha vuelto premium.
Ten una vida premium. Participa y organiza la mayor cantidad posible de eventos y experiencias en el mundo real, porque aunque es más costoso viajar para tener una reunión dentro un hotel con colegas, los resultados que se obtienen de las interacciones random y la lectura en tiempo real de los gestos y ademanes de los asistentes te regalan acceso a dimensiones poderosas que Zoom tardará todavía mucho tiempo en poder arañar.
Y no, aunque compres un Oculus tienes que considerar que el poder de la realidad aumentada todavía no está donde nos gustaría. Si no sabías, utilizar una webcam en los noventas era un asco. Tomó décadas para que fuera lo natural que nos resulta en este momento transmitir nuestro rostro en buena definición con conexiones estables inalámbricas desde casi cualquier lugar del mundo. Hoy falta cubrir la misma distancia técnica y social para aprovechar y disfrutar genuinamente los ambientes de colaboración virtuales.
De nuevo, para que lo tengamos bien grabado: lo digital es común y lo físico se ha convertido en lo premium.
Entre más actividades con personas diferentes puedas empujar a que sean físicas en tu día a día, más estarás entrenando el músculo que te separa de los que optan por acostumbrarse a lo fácil y barato de querer resolver todo con una conexión a internet. Clases. Eventos. Reuniones. Fiestas. Conversaciones. Invierte en gravitar con todo tu cuerpo hacia ellas. Los niveles socioeconómicos altos estarán ahí. Y si todavía no conquistas ese status, el hecho de rodearte de quienes ya están ahí, te dará la mentalidad y ejecución que te conviene.
La uniformización
El lujo a veces nos da mucho menos de lo que estamos comprando. Este es el gran riesgo.
A veces nos da mucho más también.
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Esta no es una invitación a que gastes por gastar. Tampoco estoy diciendo que como regla general todos los servicios y productos de precio más alto sean los mejores.
Mi punto es que los precios y lo premium te dan acceso a cierta uniformización. Cuando rechazas jugar este juego, te uniformizas con cierto grupo. Y cuando lo juegas bien, te uniformizas con otro. Si te fascina el lugar emocional y financiero en donde te encuentras ahora, sigue defendiendo tus pensamientos. Te sirven. Si no, bueno, ya sabes, sigue leyéndome.
Hace unos días, escuché que alguien iba a hacer un viaje en autobús desde la Ciudad A hasta la lejana Ciudad B. Sugerí que lo hiciera en avión. Mucha gente sigue operando con la idea de que el transporte terrestre es automáticamente más barato que volar. No siempre. El ahorro en horas y por lo tanto la mayor comodidad al no estar sentado tanto tiempo hacen que pagar una pequeña diferencia a una aerolínea valga mucho la pena.
Pero así nos pasa a todos, que nos solemos quedar atorados con peleas de nuestro pasado. Esto es dejar que la historia antigua de nuestra vida siga dictando nuestro estilo de ejecución hoy. Crecí en el nivel donde la gente ve el inglés, el aire acondicionado y los aeropuertos como puntos aspiracionales y no como aspectos básicos de sus vidas. Sé que es difícil salir de ahí. Ciertamente para mí lo ha sido. Lo que también sé, es que no podemos alejarnos de esa mentalidad cuando insistimos en defender lo que creemos que es un lujo y no un estándar mínimo que deberíamos exigir al universo.
Hijo de mi vida: al universo se le exige con nuestra mentalidad y ejecución diaria, no con mantras en redes sociales o con dramas en el café.
La forma en que abordo esto del “lujo” es determinar si mi inversión valdrá la pena. Uso un marco de referencia muy claro: si voy a pagar mucho más, quiero que esa herramienta o situación me coloquen genuinamente en posición de ventaja natural en tiempo y dinero a largo plazo. Una membresía en una sala VIP donde puedo interactuar con gente que lleva años construyendo empresas fuertes es eso para mí. Unos sneakers de mil dólares, no.
Si vas a San Francisco a hablar con emprendedores e inversionistas, tu uniforme no está completo si no operas con una Mac. Nadie te lo va a decir , pero metes ruido a la conversación con cualquier otra marca. Sé que esto eriza los vellos de muchos. Cuando hago estos comentarios recibo mensajes de nerds que me aclaran que tal otro modelo es más barato y mucho más poderoso que Apple y etcétera, etcétera. Claro. Yo no estoy peleando la parte técnica. Lo que veo con tristeza en estas reacciones es que no entienden el punto: lo que tal vez tú veas como un despilfarro —un lujo innecesario— es algo que la comunidad en la que te conviene insertarte da por sentado como parte del firmamento. Pelear contra esas cosas solo hace más lento tu ingreso y aceptación.
Te digo todo esto porque te quiero, querida lectora. Piénsalo también así: si vas a asistir a una boda, cuidas bien tu cabello, vestimenta y demás elementos de tu presentación. Bien. Si quieres ser una gran profesional o una gran mujer de negocios, ¿por qué no cuidas a diario todos los detalles que te hacen parte natural de ese mundo?
Deja de llamarlo lujo.
Considéralo estrategia.
Enfoque. Ecuanimidad. Largo plazo.
Sé audaz. Y selo ahora.
—A.