Las empresas típicas optimizan todo para dar más ganancias al accionista —también conocido como «shareholder».
La mayoría de compañías usan esta visión. Es el modelo de negocios que la universidad lleva décadas enseñando a los ejecutivos.
Es también el método más rápido para generar riqueza increíble a los creadores de una idea.
Hay —afortunadamente— una visión progresista del capitalismo que insiste en que debemos considerar fuertemente a todos los interesados —conocidos también como «stakeholders»— quienes al final del día son las personas y entidades que reciben el impacto de lo que la empresa hace. Estos stakeholders pueden ser proveedores, clientes, los gobiernos de las ciudades en que opera la compañía, las futuras generaciones de la humanidad que tendrán que lidiar con los desechos de su producción y así.
Solo como lección de negocios, memoriza esto: los shareholders siempre son stakeholders pero los stakeholders no siempre son shareholders.
Soy fan del capitalismo. Y te lo digo porque esta filosofía tiene muchos elementos criticables y despreciables, pero creo honestamente que las alternativas han demostrado su incapacidad una y otra vez para empujarnos positivamente hacia adelante.
Uno de los mejores pensadores de hoy —Yuval Noah Harari— explica que el capitalismo gana al ser el sistema que mejor procesa la enorme cantidad de datos que el mundo produce a diario. En una sociedad con el vertiginoso ritmo de cambio como la nuestra, esto es lo mínimo que necesitamos.
Le falta humanidad al capitalismo, claro. Le faltan mecanismos para no abandonar al sector de la población que no puede insertarse con éxito en su maquinaria, sí. Le faltan muchas cosas, pero si somos objetivos, la evidencia demuestra que lo que nos conviene es optimizarlo.
Estás leyendo esto en un dispositivo fruto del capitalismo.
Ahora también conversamos, nos enamoramos, vendemos y creamos en plataformas inventadas por el capitalismo.
Las empresas son necesarias para mejorar a la especie humana. Las empresas no son el enemigo. Los gobiernos tampoco son el enemigo, pero debemos abrazar lo que la evidencia dicta: que las personas dentro de un aparato burocrático tienen un cierto tipo de habilidades específicas que no están relacionadas con la innovación ni la optimización.
China es un caso increíble que en países tercermundistas como el mío no estudiamos lo suficiente. En cuarenta años ha dado un salto cuántico del cual no tienes idea hasta que estás parado en medio de sus increíbles ciudades viendo la economía vibrar y demás.
Hay muchas cosas reprobables que hacen, claro, justo al igual que en tu país, en el mío y en cualquiera que admires. Ninguna sociedad es perfecta, pero te recomiendo entender a detalle la reinvención que hicieron en muy poco tiempo de su suerte geopolítica y socioeconómica.
Te aviso: China no es comunista. Una cosa es el discurso y otra es la ejecución. China cambió porque comenzó a hacer experimentos capitalistas en algunas de sus regiones. Vio resultados. Optimizaron las cosas y poco a poco expandieron la abundancia a todo el país.
China vendió el capitalismo a su población y burócratas sin usar jamás la palabra «capitalismo». Esto ha sido el acto de marketing político más increíble y menos documentado de la historia.
El éxito actual de China se puede apuntar a un reformador en concreto: Zhao Ziyang. Al tomar las riendas del poder, lo que este líder hizo fue insistir en encontrar respuestas concreta a una serie de preguntas que tenían —y tienen— todo el sentido del mundo:
- ¿Qué demonios han hecho Japón, Corea del Sur y Singapur para tener éxito?
- ¿Por qué en China no estamos a su nivel si compartimos las mismas raíces asiáticas?
- ¿Qué acciones podemos copiar?
Y así comenzó todo: aceptando primero que China estaba haciendo las cosas mal porque los resultados en ese momento eran innegables. China —para que tengas una idea— estaba muchísimo más jodido que México en 1980. Mucha gente sigue con esta tonta idea hoy en día.
Estados Unidos es fascinante y admirable en muchos sentidos. Es también una especie de filtro que nubla nuestra percepción del mundo. Al vivir tan cerca de su influencia, vemos a China como una cuestión aislada y exótica en lugar de entender los pasos increíbles de esa nación.
No ataques lo que te estoy diciendo con una opinión simplona estilo «Aarón está a favor de todo lo que hace China» u «Aarón está en contra de Estados Unidos» o «Aarón es capitalista». Sé más profundo. Dale capas y matices a tu entendimiento. Lo que quiero hacer notar con todo esto es que para dar un salto cuántico como nación, el libro de texto indica que esto se logra cuando los líderes se hacen preguntas duras y aceptan las respuestas que la evidencia les da.
Encerrarnos en nuestra mentalidad de siempre «nosotros vs ellos» donde los mexicanos somos inteligentes, geniales, buenos, creativos y todo lo malo que nos ocurre es culpa de los gringos y el capitalismo, bueno, eso nos va a seguir manteniendo en donde estamos.
Ojalá esto te motive a ir a China y ver de primera mano lo que te digo. Para los que me atacarán con argumentos infantiles estilo «Aarón, si te gusta China, eso significa que estás en contra de la democracia», bueno, recomiendo más capas de entendimiento sofisticado.
Muchos refutan mi opinión diciendo que una cosa son los resultados económicos de China y otra es la calidad de vida de sus ciudadanos. Me dicen también lo horrible de vivir en un régimen político estricto. Ve a verlos. En serio. Ataca la narrativa que te han taladrado.
China —un país mucho más grande que nosotros— logró transformarse en tan solo una generación. ¡Una generación! Comenzaron estudiando, luego copiando para finalmente crear y adueñarse del juego. El éxito estuvo en que el cambio inició genuinamente desde arriba, justo como cualquier experto en change management te lo va a decir: si el liderazgo no se compromete, las acciones no van a surtir efecto.
Esto no es un ataque a ningún gobierno o político. Criticar de forma simplona regala likes y permite conectar rápido con personas adictas a ofenderse en grupo. Esto es una reflexión para agregar sofisticación a nuestro entendimiento de lo que nos convendría ejecutar como país.
La solución está en mirar hacia afuera. Aceptar todo lo que hemos hecho mal, lo que pensamos de forma limitada y que nos mantiene al mismo nivel, estudiar a los que ya están en el nivel al que nos interesa llegar, copias sus acciones y mantener el rumbo con disciplina.
Mirar hacia afuera como mexicanos significa dejar de estar glorificando todo lo que hacemos y decimos como si fuera lo mejor del mundo. Haz lo que haces con el fútbol: claro que amas a tu equipo local pero no te engañas pensando que está a la altura del campeón de Europa.
Mirar afuera es viajar con el propósito de aprender y no para andar sufriendo con nostalgia porque no hay tortillas en Shanghai o porque no hay chile ni salsa en Hong Kong. México no es el mejor país del mundo. Ama a tu país, sí, pero ser ciego no es requisito para ello.
Aceptar lo que hemos hecho mal significa que muchas partes de nuestro sistema sociopolítico necesita cambios que hoy lucirán insólitos y dentro de cuatro décadas los veremos como lógicos.
Dejar de pensar de forma limitada:
- No veas el inglés como algo exótico;
- No creas que ir al extranjero es para ricos;
- No pienses que vivir en drama ficticios de medios y telenovelas es lo que pasa en todos lados.
El mundo —afortunadamente— no es una versión amplificada de México.
Estudiar a otros requiere humildad intelectual. Cuando nos sentimos superiores por nuestro «orgullo nacional» lo que decimos es que somos una sociedad con alto nivel de inseguridad personal y necesitamos agarrarnos a aquello que solo nos hace sentir bien en lugar de cambiar.
En fin, gracias por leer estas notas. Espero contribuyan a una conversación rica y poderosa. Esa es toda la intención.
Seamos audaces. Y seámoslo ahora.
—A.
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