“Everybody loves Aaron”, sentenció un compañero de la oficina un día. Recuerdo bien esa frase porque me hizo sentir orgulloso en su momento. Sentí que era algo positivo ser querido por todos en mi lugar de trabajo. Era bromista, coqueto y, en general, bastante agradable en cada una de mis horas laborales. Esto duró tal vez los primeros dos o tres años que estuve ahí.

Todo cambió cuando comencé a comportarme en el modo que hoy llamo alto desempeño. Envié propuestas, ejecuté con eficiencia y estudié el juego corporativo para escalar sus diferentes niveles. Esto trajo como consecuencia una alteración a mi personalidad que no fue del agrado de muchos.

En todo lugar de trabajo siempre existe el “us versus them”, una tonta cultura donde los niveles de abajo pelean filosófica y prácticamente contra los jefes y directivos. En este mundo de “nosotros contra ellos”, los empleados en posiciones no privilegiadas creen de corazón que los supervisores son ignorantes y que los dueños de la empresa no entienden nada. Ubico perfectamente en mi memoria esta actitud enraizada en mí y mis colegas de aquella época. Si teníamos un espacio para relajarnos, lo ocupábamos para burlarnos de quienes estaban arriba del organigrama en lugar de estudiar sus técnicas y habilidades para subir peldaños en la estructura de la compañía.

Muchos a los que he platicado este relato en directo concluyen erróneamente que mi consejo es hacer que sus compañeros los detesten porque tal es la señal de que están haciendo las cosas bien y etiquetan automáticamente a los chistosos de la oficina como personas de bajo desempeño. Tú no seas simplista. Lo que realmente quiero proponerte es que analices y repliques el comportamiento que sí te conviene copiar descaradamente.
¿A dónde te va a llevar ser el consentido de tus colegas que llevan años en la misma posición? Casi seguramente a eso, a mantenerte ahí exactamente. Esto es porque al interactuar tan de cerca con ellos y no retar ni sus modos ni sus pensamientos, lo que haces es internalizarlos primero y replicarlos después. Todo esto sin darte cuenta, justo como el acento y expresiones de la gente que nos rodea se vuelve parte natural de nuestro modo de hablar.

¿A dónde te va a llevar el estudiar a quienes están tres, siete, veintiún veces tu salario arriba de ti en la escalera organizacional? Atención: no estoy diciendo que los tienes que admirar. Estoy invitándote a que los analices. Tener una buena posición en la compañía no hace a nadie una buena persona de forma predeterminada. Sin embargo, ese ejecutivo allá en lo alto tiene muchas cualidades y rutinas que seguramente te pueden servir para tus propósitos de desarrollo personal. Es decir, quiere a tus compañeros de la oficina que están en tu misma escala pero no pongas mucha atención a casi nada de lo que te muestran o comentan. Integra mejor a tu vida la mayor cantidad de notas de aquellos que han aprendido a subir de nivel una y otra vez.

¿Qué ocurrió cuando comencé a hacer esto?

Mis “amigos” de la oficina dejaron de invitarme a reuniones. Ya no interactuaban amigablemente conmigo en los pasillos. Había silencio en la mesa cuando me sentaba con ellos a la hora del lunch. Tal es la manera en que un grupo te avisa que ya no eres parte de él. Al mismo tiempo, los directivos comenzaron a compartir más tiempo conmigo. Cultivaron en mí lo necesario para posicionarme en espacios de liderazgo. Subí a esa etapa y la claridad llegó a mí. Fue como pasar de bucear tratando de distinguir solo con tus ojos un arrecife a ponerte un visor y entonces sí poder apreciar los detalles. Cuando no estás al frente de personas en una corporación, andas así, sin goggles empresariales. No entiendes el juego pero crees que sí. Cuando pasas a etapas de alta responsabilidad, te das cuenta lo limitante que eran los pensamientos y ejecución que defendías allá abajo.

Atacar, burlarnos y sabotear las indicaciones de gerentes, supervisores, jefes y dueños de las compañías es el refugio emocional más fácil en el cual nos hospedamos cuando somos empleados de bajo desempeño. Todos comenzamos nuestro camino desde aquí. Es normal. Algunos aprenden pronto las reglas que importan para avanzar y se alejan de la masa. Otros tardamos años en abandonar emocionalmente aquello que nos hemos entrenado en ver como lo correcto para por fin asimilar las acciones y mentalidad que efectivamente nos van a impulsar.

Algunos lectores le dan un giro a este tipo de textos y deciden indignarse porque —según ellos— todo lo que hago es defender a los de arriba y criticar a los empleados. Muchos me listan los derechos de los colaboradores y hablan de temas como salario emocional, salud mental y etcétera. Claro, yo no estoy en contra de nada de esto, pero este tipo de discusiones sobre lo perversas que son las compañías y que los empleados siempre son las víctimas me recuerda a esa reflexión donde si te levantas por la mañana y te topas con un pendejo y al llegar la noche fue el único que encontraste, bien, el tipo ese era un pendejo, pero que si todo el día en todos lados lidiaste con puros pendejos, entonces la conclusión lógica es que el pendejo eres tú.

Si todas las empresas en las que has estado y todos los jefes que has tenido no han valido la pena, ¿quién está realmente haciendo las cosas mal? La victimización no pondrá más recursos en tu vida. La autorrealización de que hay muchas cosas que tienes que mejorar en tu personalidad, en tus decisiones, en tu vida, te va a dar herramientas fantásticas para moverte en términos profesional a una velocidad que te va a sorprender gratamente.

Este paso de la muerte de simple colaborador a jefe no es para cualquiera, pero creo que sí es para muchos que no han encontrado la manera de articularlo. Si estás molesto con tu nivel socioeconómico, insatisfecho con tu salario, frustrado porque no recibes más responsabilidad, probablemente este artículo tiene muchos elementos que debes considerar. Lo más seguro es que llevas tiempo saboteando tú mismo tus esfuerzos sin darte cuenta, justo como me pasó a mí. Tal vez crees que únicamente por tu inteligencia académica, por tu entrega en tiempo de reportes, por tu llegada puntual diaria y por tu uniforme limpio y planchado deberían ascenderte, cuando no te das cuenta que cosas como la manera en que te expresas y esa fijación en respetar estrictamente tu horario laboral y ni un minuto más están enviando señales que no te impulsan.

Verás, seguramente conseguiste tu empleo en nivel básico por alguna habilidad técnica. Sabes contabilidad, inglés, ingeniería, medicina, electricidad, algo que te da cierto valor para la empresa. Ahora requieres sumar habilidades gerenciales para subir de nivel. Las agregas y te conviertes en líder dentro de la compañía.

Veo muchos profesionales quejándose siempre de las condiciones de sus lugares de trabajo. Y estoy seguro que tienen razón en la mayoría de los casos. Las tendencias modernas están atacando el pensamiento de la vieja guardia, ya sabes, eso de querer tener un reloj checador, ir a la oficina, presentar títulos universitarios, vestir de cierta manera. Las nuevas generaciones se están rebelando contra todo eso y más. Y está bien. Vivimos en el año 2022, no en 1970. Las cosas deben ser diferentes, mejores.

El problema es que muchos de estos profesionales no calculan el valor de sus batallas y a dónde los lleva potencialmente ganar cada una de las discusiones en que se meten. ¿Quieres muchos likes en tus redes sociales? Escribe una crítica honesta sobre algunas de las políticas internas de tu empleador, sobre su proceso de reclutamiento o sobre lo anacrónico de ciertas costumbres de su cultura organizacional. En tres segundos obtendrás un alud de simpatía y gente compartiendo quejas similares. Está bien. Es válido.

¿Pero y luego?

¿Qué sigue?

Vas a renunciar. Vas a llegar a otro empleo. Absolutamente ninguna entidad es perfecta. Claro que puedes aterrizar en un lugar mejor, pero si ahí no criticas nada, estás cayendo en el otro extremo donde ahora eres un fanboy ciego que no analiza objetivamente.
Mi punto es que no vivas en ninguno de los dos puntos donde todo está mal o todo es perfecto en una empresa. Mi voto va para que desarrolles características espectaculares de liderazgo, autonomía y ecuanimidad en ti. Que si hay cosas malas dentro del lugar donde te encuentras, escojas una o dos sobre las cuales vas a empujar soluciones de forma consistente e inteligente. Esto implica más trabajo, claro. Y aquí viene de nuevo el ciclo negativo del que llevo ya muchos párrafos hablando: ese donde te vas a negar a hacer algo más porque eso no está estipulado en tu contrato laboral, porque los de arriba te explotan, porque la empresa está mal y etcétera, etcétera. ¿Sabes a qué te acostumbra esto? Los activistas pobres van a responder que te acostumbra a exigir tus derechos y los ejecutivos exitosos te van a decir que te hace uno más del montón.

He leído literalmente cientos de libros de negocios de la vieja escuela y de pensamiento moderno. Absolutamente en ninguno he encontrado el caso del empleado que haciendo valer cada uno de sus derechos en la compañía, peleando contra los directivos, haciendo huelgas y demás haya ascendido a director general de la empresa o desde esa plataforma construido un emprendimiento propio exitoso. Ninguno. Ser experto en estos líos suele ser un reflejo de nuestro pleito personal contra la vida que enmascaramos con aires de justicia laboral.

Parafraseando un poco lo que Ray Dalio expresó de forma genial en su libro Principles, te diría que entiendas la diferencia entre querer tener razón o querer avanzar en tu objetivo. Querer tener razón todo el tiempo es droga para nuestro ego. Nos hace sentir bien. Nos da un sentido de justicia que no existe en el mundo real. Nos invita a buscar más de esto. “Esa empresa es mala y hace mal esto y aquello” te regala mucho apoyo y químicos en tu cerebro para la excitación pero no pone más recursos en tu bolsillo y al final sigues sufriendo igual con tus gastos.

Avanzar en nuestro objetivo nos exige ser pragmáticos y enfocarnos en los caminos que nos hacen llegar a la meta en lugar de distraernos con asuntos y victorias que sólo nos dan ciertas alegrías bastante efímeras pero que no contribuyen realmente en nada para que vivamos realmente bien.

Yo critiqué mucho a esa empresa donde trabajé como empleado de bajo desempeño primero y como supervisor de alto desempeño después. Y muchísimos otros que han estado ahí lo han hecho también. Y la empresa sigue ahí, siendo rentable. Y nosotros nos hemos ido, unos con mejor suerte que otros. Mi punto es que si en el trayecto corporativo que compartas con una organización no te llevas herramientas prácticas para el resto de tu vida, estás desperdiciando tu energía y tiempo en simplemente sentirte bien a través del activismo laboral de la queja y crítica que te regalan meras victorias pírricas que únicamente sirven para recibir aplausos de tus compañeros al mismo nivel, de las redes sociales y de tus amigos y familiares.

Crece mucho en lo profesional mientras estás en una corporación. Eso hace que la empresa suba también de nivel. Eso inspira a otros a seguir tus pasos. Eso manda la señal fabulosa a quienes te ven desde fuera y a lo lejos de que eres un tipo a tomar en serio, alguien que entiende el juego, alguien que no busca tener razón a lo tonto ni obtener victorias pírricas sino en conseguir sus objetivos de largo plazo.

Crece. Juega bien el juego.

Ecuanimidad. Enfoque. Largo plazo.

Sé audaz. Y selo ahora.