
Imagina una colonia de hormigas. Los insectos creen que controlan su destino. Son trabajadores y organizados. Tienen una misión.
En un escenario, esta colonia de hormigas está ubicada dentro de un terreno sobre el cual se va a construir un edificio. Un buen día, las operaciones comienzan y la tierra en la cual toda la estructura social de los insectos está basada es revuelta con violencia. Todo lo que fue durante eones ya no es más. Es —para todos los fines prácticos— el fin del mundo.
En otra historia, las hormigas que fundaron esta colonia tuvieron la suerte de hacerlo en un área que el gobierno decide proteger como reserva natural de manera permanente. Jamás serán molestadas excepto por las amenazas que ya conocen desde siempre: clima, animales curiosos y demás, pero la mano de la civilización no se meterá con ellas.
Las hormigas no tienen control sobre su futuro.
En nuestra existencia siempre hay dos cosas ocurriendo: una serie de hechos que conspiran en nuestra contra para jodernos u otra serie de hechos que conspiran a nuestro favor para impulsarnos.
Aquello que conspira en tu contra no lo hace por maldad. El desarrollador inmobilario que compró el terreno de la colonia de hormigas no dedicó ningún segundo a pensar con malicia sobre la destrucción que iba a causar en la vida de estos insectos. Su enfoque y preocupación estuvieron, están y estarán siempre en otras coordenadas. La vida de las hormigas es daño colateral invisible para él.
Aquello que conspira a tu favor tampoco lo hace porque le caes bien. El comité de congresistas que firmó la ley donde se declara como zona protegida la colonia de hormigas lo hizo gracias a la presión social de un influyente grupo ciudadano que no querían perder las enormes áreas verdes que agregan plusvalía a sus mansiones.
Intento decirte que si estás jodido en este momento, no lo tomes personal. Casi todo lo que se ha mezclado para ponerte en esta posición ha estado desde siempre fuera de tu influencia.
Si estás en una posición privilegiada, igual, no te consideres tan inteligente. Casi todo lo que se ha mezclado para ponerte en esta posición se ha alineado fortuitamente a tu favor.
Este texto puede lucir como una invitación a ese estado emocional donde abandonamos el cultivo del esfuerzo y la ambición. This is not that.
Aunque la realidad es que tú y yo también somos hormigas, debemos continuar con el desarrollo de las habilidades y personalidad que nos faciliten el acercamiento a nuestros objetivos. ¿Por qué?
Existe la probabilidad de que lo malo que nos pueda pasar no ocurra nunca.
Y también existe la posibilidad de que lo bueno que se ha alineado a nuestro favor tampoco llegue a nosotros.
No controlamos nuestro destino de manera total. El grado con el que lo podemos influir es un azar sobre el cual nos conviene apostar haciendo lo que tenemos que hacer.
Hay algo llamado Pascal’s Wager, que es algo así como la apuesta de Pascal, un argumento filosófico propuesto por un tipazo con ese nombre hace algunos siglos. La idea es que resulta más racional creer en Dios porque el costo potencial de no hacerlo te jode infinitamente —ya sabes, eternidad en el infierno— en comparación con cualquier recompensa temporal que puedas recibir aquí en la Tierra por no creer (sentirte bien porque otros ateístas te aplauden, por ejemplo). Es decir, es mejor “apostar” por la existencia de Dios que no hacerlo.
Si quieres ver esto en términos más modernos, piensa en la Teoría de la Simulación que lleva algunas décadas causando estragos en mentes locas como la mía. Esta hipótesis filosófica sugiere que nuestra realidad es una simulación virtual creada por seres superiores o una avanzada inteligencia artificial. Caray, que eso de la Matrix sí es cierto.
Tanto Pascal’s Wager como la Teoría de la Simulación tienen contraargumentos muy poderosos,. Encontrarlos y analizarlos es tu tarea ya que este es mi artículo y a mí ambas propuestas me encantan.
Okay. ¿Ya quedó claro que no tienes control mayoritario de tu destino? Bien. ¿Cuál es entonces la herramienta psicoemocional más práctica que te conviene tener instalada en tu sistema operativo personal para navegar con fluidez este caos que es la vida que nos baña con olas desconocidas de suerte o infortunio?
La herramienta psicoemocional más práctica que te conviene tener instalada en tu sistema operativo personal para navegar con fluidez este caos que es la vida que nos baña con olas desconocidas de suerte o infortunio es el abrazo a la incertidumbre, la normalización de entender con la mente y el corazón que las líneas rectas de causa y efecto no existen.
Duda. Vacilación. Irresolución. Indecisión. Perplejidad. Problema. Inseguridad. Inquietud. Desasosiego. Recelo. Sospecha. Llámalo como quieras, yo me refiero a esto siempre con el nombre de “incertidumbre”.
Si no toleras la incertidumbre, vives frustrado. Esto ya lo sabes.
Tolerar la incertidumbre tampoco es un ticket automático a la felicidad, pero te da muchas mejores posibilidades de encontrar ese estado.
Mira, incluso en este día y hora me resulta increíble lo fácil que es destruir a las personas cuando la incertidumbre entra a la cancha de juego. Esa adicción cavernícola a querer saber exactamente qué sigue, qué viene, que todo se mantenga andando igual, nos persigue en una era en donde si algo tenemos es una seguridad casi total en prácticamente todos los aspectos que importan. Si estás leyendo esto, estás bastante seguro en muchos aspectos vitales, lo creas o no.
La forma en que abordo mi posición ante el Pascal’s Wager y la Teoría de la Simulación es que sí, tienen mucho sentido, pero no hay mucho que pueda hacer al respecto. Si mañana baja Dios y me demuestra su existencia, okay, ¿ahora qué? Si mañana Morpheus me explica que he roto el código de la Matrix, okay, now what? Ya estoy en este juego infinitivo de la vida en este planeta y voy a jugarlo de la mejor manera posible. Me siento cómodo en la incertidumbre sobre si esto es real o no, sobre la existencia de la divinidad o no. Siéntete cómodo tu también. Abraza esto de no saber completamente, de no entenderlo todo, de no poder controlarlo todo.
La incertidumbre no es tu amiga, pero no la quieres de enemiga.
La administración que cada quien hace de la incertidumbre es lo que realmente nos separa a unos de otros.
Recuerdo los primeros meses cuando comencé a trabajar como maestro de inglés. En uno de los días donde debía cobrar mi salario, pedí en la mañana mi cheque al administrador. Me dijo que los fondos no estaban listos, que después de las tres de la tarde podía ir al banco. Me enojé. Hice drama y berrinche porque creo que tenía el plan de ir a comprar algo al mediodía y este cambio no me gustaba. Tengo muy grabado este penoso momento de mi comportamiento y quisiera que existiera una máquina del tiempo para regresar a darle unas buenas cachetadas a Aaróncito Benítez de 23 años por su rabieta infantil.
Cuando pendejadas así te desbalancean emocionalmente a diario, lo que estás haciendo es dando todas las facilidades para que personas y situaciones te controlen, porque si algo es seguro es que casi nunca las cosas salen como se planean. En cambio, ganas en todos los sentidos cuando la incertidumbre se planta frente a ti, la reconoces, la abrazas y le preguntas cuáles son las opciones que puedes ejecutar para continuar tu andar de manera ecuánime y —si es posible— feliz.
Haz el inventario de las situaciones y personas diarias que te inyectan incertidumbre y califica tu actuación. Si ves el espacio para mejorar, hazlo. Si nada te afecta, tienes que venir a compartirnos todos esos hacks con tus artículos, libros, podcasts y demás.
De hormiga a hormiga, te abrazo.
Todo indica que tú y yo vivimos en una colonia con suerte, porque aquí estamos, filosofando asíncronamente.
Instálate la aplicación de lidiar cada vez mejor con la incertidumbre. Haz lo mejor que puedas hacer en estos instantes. Si Dios existe, apuesta inteligentemente. Si estamos en una simulación, juega bien el juego.
Sin miedo. Sin pena.
Cero dramas.
Ecuanimidad. Enfoque.
La gloria está en el largo plazo.
Disciplina emocional.
Dureza mental.
Sé audaz. Y selo ahora.
—A.