En mis tempranos veintes, platiqué muchas veces con un amigo de varias batallas sobre nuestros planes. Él siempre hablaba de construir su imperio.

Al egresar, él salió a trabajar al extranjero y yo a seguir viviendo en una pequeña habitación en casa de mis papás manteniendo mi frustrante estilo de vida dando algunas horas de clasecitas de inglés. Nos veíamos cada año en vacaciones de Diciembre para ponernos al día. Yo lo admiraba y —por lo tanto— asumía que sus planes eran serios.

Teníamos veinticinco o veintiséis años cuando le pregunté cómo iba su imperio.

De inmediato, respondió en un tono diferente: “No, Aarón, no se puede, imagínate que hay una enfermedad terrible en tu familia y por andar emprendiendo no tienes dinero”.

Mi intención no era ponerme denso al respecto, pero todavía hoy tengo fuertemente grabada aquella conversación. Su lógica me parecía buena, pero lo único en lo que yo me podía enfocar en ese momento era que mi amigo era un buen ingeniero que hablaba inglés, trabajaba en el extranjero, soltero y que tenía seguramente ingresos altos comparados con los perdedores como yo. ¿Por qué demonios no estaba construyendo con absoluta decisión su sueño ya?

Nunca supe la razón de su argumento para tener el dinero disponible en caso de una enfermedad, pero asumo que no es un temor que haya surgido mágicamente en su vida. Todas estas cosas que nos aterran siempre tienen raíces cercanas que nos impactan al grado de paralizarnos emocionalmente.

Aquel chico y yo compartíamos muchas cosas en común, entre ellas la ignorancia perfecta de nuestra mentalidad de pobreza.

Verás, cuando andas cargando con miedos como el de mi amigo y los ahorros para la salud, lo correcto es preguntarte cómo demonios ha resuelto la gente rica este problema.

La gente rica no es automáticamente buena o inteligente, pero si algo no podemos discutir es que han solucionado el problema de estar preocupados todo el tiempo por dinero, así que, al menos en ese aspecto, deberías copiar descaradamente mucho de lo que hacen.

La solución al temor de mi amigo llegó a mí varios años después y es tan obvia que la mayoría de mis lectores ya la intuyeron setecientos párrafos atrás: contratar un seguro de gastos médicos mayores y otras variantes así.

Sí, claro, te doy la razón: es algo simple, excesivamente obvio.

Lo que te pido que tengas en consideración es que cuando cargas a cuestas una ignorancia perfecta sobre la mentalidad de pobreza que te domina, muchas de las cosas que son lógicas en niveles socioeconómicos superiores lucen como soluciones bastante exóticas para los que no estamos ahí.

En la mentalidad de pobreza, la gente no piensa en seguros. Deberían, pero ahí, en esa franja, se hace lo que todos hacen y eso es cualquier cosa menos interesarnos en cómo beneficiarnos de instrumentos financieros geniales.

Para saber del tema de seguros, sigue al buen Eloy en redes sociales. Lo encuentras como “El Señor de los Seguros”. Sigue a otros influencers expertos del tema y aprende sobre este tipo de cuestiones. Este artículo no es para educarte en esta área.

La intención de estas líneas es quitarte la venda si hoy estás en la misma situación que mi amigo y yo hace un par de décadas, donde nos sentíamos inteligentes porque (según) hablábamos de temas profundos, éramos líderes de nuestra generación y teníamos hambre de mundo. Esto nos hacía creer que ya contábamos con la visión correcta de la humanidad. La realidad es que éramos niños jugando a ser adultos. Abordamos tontamente problemas que podrían haber sido resueltos de manera sencilla si tan solo hubiésemos tenido la humildad emocional e intelectual para detectar la ignorancia perfecta acerca de la mentalidad de pobreza que nos invadía.


El otro día compré unos pastes. La señora que atendía estaba bastante atareada sacando unos del horno, preparando pedidos y cobrando. Una cliente le dijo que tenía que demandar a su jefe porque hacer todo eso era explotación laboral y demás.

Mira, sí, tal vez, no lo sé. No estuve de acuerdo y exploté. Inicié una discusión.

“¿Por qué va a demandar? Hay trabajo, lo cual es un problema mucho mejor a que no lo hubiese. Además, a este ritmo, el nivel de aprendizaje que está adquiriendo es fantástico y eso le va a servir para lanzar si quiere su propio negocio”. La empleada del lugar nos ignoró. La cliente que la que inicié el pleito me dijo que estaba muy mal, que hay derechos y no sé qué.

Admito que estoy en mi burbuja empresarial donde veo las cosas desde una perspectiva muy diferente a quienes jamás han construido una empresa que funcione desde cero.

Los demás clientes disfrutaban el espectáculo. Cerré la discusión diciendo en voz alta que a este país le falta menos victimismo y más emprendedores y que lo que estaba haciendo la empleada del lugar estaba bien porque la hacía subir rápidamente de nivel profesional. Salí de ahí con mi pedido caliente (tenía hambre) y con una sensación de tristeza porque sabía que no había cambiado nada y que la realidad es que la mayoría de la gente piensa así: que están siendo explotados, que los ricos son malos, que los empresarios no entendemos y etcétera.

Deja

de

pensar

así.

De lo contrario te vas a quedar en la pobreza. Siempre.

No se trata del tonto término del “echeleganismo”. Esto tiene que ver con tu actitud e inteligencia ante los retos de la vida para moverte. ¿Qué te conviene? ¿Tomar las mismas cervezas con los mismos amigos en el mismo lugar quejándote del jefe cada fin de semana o preguntarte qué es todo lo que estás haciendo mal que te impide tener control de tu tiempo y tus demás recursos?

Así como admití que estoy en una burbuja empresarial, te aviso que no estoy hablando de nada de esto desde un pedestal en el cual yo me haya materializado milagrosamente en el mundo. Como ya te conté, vengo de un nivel socioeconómico de pobreza, cargando un tonto ego que me hacía detestar el capitalismo y abrazar el esperanzismo, ya sabes, esa cuasi-religión donde por obra de algún político, padrino, número de lotería o evento afortunado mi suerte iba a cambiar para bien.

No seas como mi amigo y yo en nuestra juventud, inflados de tonto ego ante nuestra inteligencia para unas cosas pero ignorantes perfectos de la mentalidad de pobreza que cargábamos.

No seas como esa señora que es pobre pero, Dios mío, pasa la vida defendiendo derechos laborales en lugar de construirse una existencia fantástica ejecutando movimientos rápidos y poderosos.

Lee. Haz ejercicio. Ve a eventos. Ten una marca personal. Viaja. Equivócate rápido. Asóciate. Sé líder. Sé curioso. Habla inglés. Ignora las noticias. Come bien. 

En pocas palabras, si te lo permites, la mentalidad de pobreza —una vez que la detectas— te da una guía genial para construir riqueza: solo tienes que hacer lo opuesto a quienes viven en el nivel que quieres abandonar.

Lo opuesto.

Comenzando ahora.

Sin miedo.

Cero dramas.

Ecuanimidad. Enfoque.

La gloria está en el largo plazo.

Disciplina emocional.

Dureza mental.

—A.