Durante los ochentas y noventas, era común encontrar revistas de tecnología que promovían la imagen del ejecutivo del futuro que disfrutaba la vida con los pies encima de su escritorio. Las fotografías de estos artículos siempre implicaban que la nueva computadora personal junto con la invención de la hoja de cálculo y las impresores de matriz harían que todo fuera fácil y rápido.
Hoy tú y yo sabemos que sí, que todo lo relacionado con números y textos es infinitamente más sencillo de procesar con los dispositivos a los que tenemos acceso. Comparado con la lentitud y caos con el que tenían que lidiar los profesionales décadas atrás, no tenemos nada de qué quejarnos en este aspecto. Pero si alguna capacidad fantástica tenemos los humanos es la de convertir inmediatamente cualquier ventaja en un aspecto obligatorio y ordinario para todos.
¿Hablas inglés? Hace treinta años era algo realmente valioso en un entorno corporativo demandante. Hoy es lo menos que se espera de cualquier egresado universitario que jure ser realmente profesional.
¿Sabes usar internet y Microsoft Office? Esto te ayudaba a encontrar empleo. Hoy nadie se asombra si tienes estas “habilidades”.
Aquello con lo que ayer destacábamos, hoy es moneda común.
Por esta razón, es importante estar siempre atento a los trenes que llevan a caminos nuevos.
Caminos nuevos son potenciales oportunidades mejores.
Estos nuevos trenes están saliendo de la estación a cada instante. Pero no vas a escuchar los anuncios de sus viajes en los altavoces si estás distraído con las mismas preocupaciones que todos los demás, con los mismos pensamientos que todos los demás, con la misma ejecución que todos los demás.
Los trenes que llevan a caminos nuevos van a despertar burla, chismes, críticas y miedos en tu entorno.
Lo siguiente es doloroso: a tu entorno no le gusta que cambies. Y no es personal. En general, a las personas no nos gusta el cambio. De nada. De nadie. Es un asunto biológico conectado a nuestra evolución: para sobrevivir en las cavernas necesitábamos que las condiciones de nuestra alimentación y seguridad fueran estables y predecibles. Cualquier alteración —que eso es el cambio— en el escenario o la rutina era precursor de una muerte segura.
Entonces, por definición, cuando comienzas a abordar estos trenes de los que estamos hablando, la gente a tu alrededor comenzará inmediatamente a verlo como algo peligroso y repudiable. Muchos no te lo dirán de frente. De hecho, casi nadie compartirá su opinión sincera contigo porque así somos las personas, estamos cableadas biológicamente para tener gracia social y evitar el conflicto. Si no hubiésemos desarrollado la fantástica capacidad de ser primates-doble-cara, no podríamos haber construido todo lo que hoy podemos nos da esta vida tan cómoda.
Te platico todo esto porque hay un tren al que casi nadie se ha subido y que quiero compartir contigo.
Es esto de la marca personal.
Hoy en día, tener miles de seguidores es un activo. Es algo con lo que puedes hacer muchas cosas: conseguir nuevas amistades, recibir invitaciones, capitalizar con contenido y eventos, acelerar el reclutamiento para tu startup, conectar con quienes pueden ayudarte a destrabar retos en tu empresa, etcétera.
Casi nadie tiene una marca personal.
Claro, quienes vivimos en esta burbuja de la micro-fama en internet, pensamos que ya todo el mundo está involucrado en esto de desarrollar una marca personal. Pero no es así.
Haz un censo mental rápido de cien personas de tu entorno. Amigos. Familiares. Colegas. Vecinos. ¿Cuántos de ellos publican a diario contenido en la red con una estrategia clara y resultados positivos constantes?
¿Lo ves? Casi nadie hace esto bien.
Es como los que estamos fascinados con el mundo cripto. Creemos que ya todo el mundo está inmerso en esta revolución. Ahora haz un ejercicio de preguntar a cien personas al azar en la calle si tienen una wallet y a cuáles criptomonedas le hacen HODL.
¿Lo ves? Una cosa es la percepción que tienes del uso de una oportunidad y otra es el verdadero consumo masivo que existe de ella. No le creas a esa vocecita que te dice que “ya todo mundo está en eso”. Ese es tu miedo disfrazando su terror ante el salto que estás considerando dar.
Si a principios de los noventas contabas con habilidades para configurar módulos de memoria adicionales en la tarjeta madre de tu computadora, sabías automatizar correspondencia usando macros de un procesador de texto y tenías destreza para utilizar un software de edición de imágenes digitales, wow, eras valioso para el mercado. Había muchos clientes desesperados a los que podías atender.
Hoy nada de esto es igual de relevante. Sí, claro, mucha gente jamás ha abierto ni abrirá su computadora para personalmente insertarle algún periférico. Muchos usuarios no tienen idea ni interés en poder desarrollar macros que les faciliten la vida. Y herramientas económicas y poderosas como Canva —aunque odiado por los profesionales— solucionan la inmensa mayoría de necesidades básicas de pequeñas y medianas empresas que antes requerían tener en nómina a un gurú de CorelDraw para diseños fáciles.
Este tren llamado marca personal es uno al que le quedan cinco o diez años de validez.
Te quedan de cinco o diez años para que puedes crear una marca personal genuina y poderosa.
¿Por qué esta línea de tiempo?
Porque dentro de una década, la generación que hoy tiene quince años será la de los nuevos profesionales. Y todos ellos están acostumbrados a subir contenido diario. Transmiten en vivo. Producen sus videos. Instalan programas para agregar elementos particulares que los hagan destacar. Comentan e interactúan en línea con la naturalidad que tú y yo lloramos cuando nuestro equipo de fútbol pierde un partido importante.
Lo que hoy hacen estos adolescentes en términos de comportamiento digital es extremadamente ridículo para nosotros, sus padres, sus tíos, la generación que vamos de salida. Funciona así: usan dinero real para comprar tokens dentro de sus videojuegos en internet. Con esos tokens adquieren armas, ropa, habilidades y accesorios para el personaje de su preferencia. Y claro, tú y yo vemos todo esto como un desperdicio de tiempo y dinero. Sabemos que esa nueva espada que tu niña acaba de comprar para sentirse más a gusto en la nueva temporada de Fortnite es una tontería porque no es algo que pueda sostener realmente en sus manos, no la puede transferir a otro videojuego y en dos días habrá olvidado la emoción de la compra y necesitará un aditamento diferente.
¿Es una tontería? Sí, igual que cuando tú y yo pagamos mil por ciento más por una playera deportiva que tiene el logo de Nike. Existen alternativas sin la marca de la palomita, hechas con el mismo material y fabricada incluso en la misma línea de producción en China. Pero tú y yo creemos que esto no es una tontería. Y pensamos así simplemente porque estamos acostumbrados a operar de esta manera, todo el mundo se comporta así. Se entiende que por un gráfico irrelevante en un producto, uno tiene que incrementar la cantidad de dinero involucrada en la transacción. Aceptamos comprar porquerías físicas como si fuera un hecho irrefutable de la naturaleza, pero no lo es. Lo inventamos y ahora luce como algo escrito en piedra.
Comprar porquerías digitales es exactamente lo mismo para la generación que viene: una acción normal que todos los demás en ese rango de edad ejecutan sin creer que están siendo ridículos e ilógicos. Y bajo este argumento, crecer coleccionando seguidores, publicando contenido y haciendo proyectos con una audiencia global es parte del comportamiento de vida en que se están entrenando. Comportamiento que llevarán a sus carreras profesionales.
Julieta Benítez. VR-bailarina con posgrado en micro-explicaciones.
Alan Benítez: ingeniero solar con diplomado en redacción técnica acelerada.
Diego Benítez: DAO-inversionista con especialidad en influencia internacional activa.
Y así vamos a llamar a esto de la marca personal tú y yo: influencia internacional activa. Porque eso es lo que te conviene.
Tener una marca personal, una influencia internacional activa, será moneda corriente.
Nadie admirará tus miles de seguidores justo como hoy nadie te asigna más valor como persona porque vistes una playera Nike. Todos tienen una.
Quedan unos buenos cinco, diez años para que tú y yo aprovechemos este fenómeno de la marca personal, de la influencia internacional activa.
Ignora con vehemencia la solemnidad con la que médicos, contadores, ingenieros y políticos de la vieja guardia se comportan. Eso no sirve para insertarte en un futuro ganador. Lo de hoy es ser casual, inteligente, propositivo, ejecutor, amable, abierto. Elimina de tu sistema operativo personal los comentarios que la vieja guardia te hace sobre esto de que las redes sociales son una tontería, que es algo para la gente joven nada más, que te roban tiempo, que sólo encuentras puro chisme ahí, que nada más sirven para entretenernos.
Casi todos en la vieja guardia hicieron carreras profesionales al amparo del bajo perfil, de la repetición de una misma actividad durante décadas, de tener los contactos familiares y laborales adecuados.
Eso ha muerto. Entiéndelo.
Tú ten un perfil relevante. Ten contactos globales. Muestra tu expertise a diario. Haz que lleguen propuestas de colaboración constante a tu inbox en lugar de vivir tronándote los dedos esperando que algún reclutador te encuentre para meterte a un proceso con decenas de competidores para un empleo en una compañía que tiene todo en contra para seguir vigente en unos años.
Para conseguir resultados espectaculares en cualquier campo profesional debes insertar TADI: Tiempo, Atención, Dinero, Incomodidad. Si quieres desarrollar una marca personal poderosa consiguiendo todo gratis, en tus ratos libres, sin ir a eventos, reinventando la rueda en cada parte del proceso, bueno, la noticia de última hora es que te estás engañando y que no lo vas a conseguir. TADI, querido saltamontes. TADI. Be a pro.
Cada día en que no estás avanzando conscientemente en esto de tener influencia internacional activa es un día más cerca de que un veinteañero virgen con acné consiga resultados profesionales que tu ni sueñas en tus cuarentas.
Hey, el sexo es genial, sí, ¿pero has recibido mensajes en tu correo electrónico de desconocidos que se acercan a ti porque llevan años siguiendo tu trayectoria a través de internet y te solicitan que viajes un par de semanas a sus oficinas en el extranjero para trabajar con ellos en un proyecto especial y que por cierto el precio de tus servicios no es un ningún problema?
El pensamiento y ejecución de vanguardia es fácil de reconocer: no tienen sentido el día de hoy (pero sí en unas décadas), no son realmente necesarios (nadie te exige que tengas una marca personal), son rápidamente criticados por nuestro entorno (lo harán con burlas en los comentarios de tus publicaciones y advertencias de que es peligroso como si el mundo no la hubiese sido desde siempre) y las reglas del juego no están completas (tú tienes que decidir dónde, cuándo, cómo y qué vas a compartir, no hay un playbook probado ni aprobado a diferencia del que ya conoces de estudiar en una universidad tradicional, conseguir empleo en una gran corporación, casarte, tener hijos y morir).
Sé un profesional de vanguardia desde hoy.
Súbete al tren. Hay mucho espacio. La estación está anunciando salidas constantes.
Disfruta el viaje.
Te veo en él.
Ecuanimidad. Enfoque. Largo plazo.
Sé audaz. Y selo ahora.
—A.