Mi rutina para escribir un ensayo es simple: comienzo a escribir y sigo hasta que sé que he terminado.

Este texto es diferente. No me he podido sentar a escribirlo de golpe y no sé cómo comenzarlo apropiadamente. Llevo días trabajando mentalmente en la primera línea y como verás, no es nada espectacular. Podría usar el truco de una palabra fuerte para conseguir tu atención, pero no quiero eso. No hoy. Hoy quiero que me acompañes en un recorrido mental muy personal.

Lo siguiente es una especie de laberinto.

Es tortuoso. Cansado. Emocionalmente drenante.

Cuando no estoy seguro de cómo explicar algo a alguien, esto es lo que siempre hago: comienzo diciendo exactamente eso —la verdad. “Hey, no sé cómo explicarlo, pero tengo que intentarlo”.

Este ensayo es esa misma situación: tengo que intentarlo.

Iniciemos.

Lo primero que quiero decirte es que no creo en la realidad.

La realidad es todo aquello que creemos que es importante.

Dado que he leído a decenas de ellos, sé que no hay un sólo pensador profundo que crea en serio en todas las cosas que las masas consideramos importantes.

Por realidad creemos que nuestras raíces nacionales son importantes.

Que el sistema educativo lo es.

Que el éxito económico nos define.

Que las vacaciones son necesarias.

Que hay que observar ciertas normas de comportamiento social.

Etcétera.

No te enojes. No ahora. Espera a terminar el ensayo.

Quiero explicarte que casi nada importa.


THE VERY DEFINITION OF THE REAL

The very definition of the real becomes: that of which it is possible to give an equivalent reproduction. The real is not only what can be reproduced, but that which is always already reproduced. The hyper real.

Jean Baudrillard

Jean Baudrillard es un filósofo promotor del concepto de la hiperrealidad, la cual es nuestra incapacidad de distinguir la realidad de una simulación. No es casualidad que Matrix —la épica película con Keanu Reeves— explique que nuestro sentido de la realidad está basado en meras señales eléctricas que confundimos con percepción. Creemos que lo que sentimos, olemos, tocamos, probamos y escuchamos son experiencias puntuales únicas infalsificables, pero —nuevamente— todo se reduce a interacciones electroquímicas en nuestro chip de procesamiento central llamado cerebro. Y si todo eso que percibimos son señales, ¿por qué no podríamos simplemente alterarlas para percibir más o menos cosas?

Matrix está basada en “Simulacres et Simulation”, un tratado filosófico de Baudrillard. Las Wachowski —directoras— pusieron como requisito que todos los actores y miembros de la producción leyeran estas ideas para trabajar en el filme.

La reacción de Neo —el personaje principal— es un fuerte rechazo inmediato a esta idea de que su realidad, su percepción clara de la vida, ha sido una gran farsa. La reacción de Morpheus, su mentor, es disculparse. Generalmente —explica— no exponen a personas de cierta edad a estos conceptos.

Nuestra mente se casa fácilmente con posiciones altamente repetidas, taladradas. Abandonarlas por el simple hecho de que alguien nos explica que las cosas no son como creemos es un parto difícil de sobrevivir.

Yo llamo a este casamiento “fosas neuronales” y el ejemplo que siempre doy es el del tipo que durante diecisiete años lo único que ha hecho en su trabajo es cobrar el ticket del estacionamiento de una plaza comercial. Recibir dinero, dar ticket. Y así, por años. Un buen día, la administración decide agregarle nuevas actividades. Ahora le piden que ayude en la vigilancia, que riegue las plantas y que pinte ciertas áreas. Puedes imaginar la cara del tipo. El espanto de tener que hacer nuevas cosas. El miedo. Es real. Lo he visto. Hasta el día de hoy me sigue asombrando ver que la gente se asusta ante nuevas solicitudes de la vida.

Piensa que nuestras neuronas están conectadas. Eso ya lo sabes. Piensa que tienen una cantidad increíble de rutas para hacer que la información y órdenes transiten entre ellas. Usar diversos caminos para resolver problemas es hermoso. Pero cuando ejecutas las mismas cosas todo el tiempo sin innovación, sin nuevos giros, estás tomando entonces el mismo camino una y otra vez. Cuando recorres de ida y de regreso un sendero, comienzas haciendo una zanja y con los años, lo conviertes en una fosa. Intenta ahora salir de ahí, cuando ese ha sido siempre tu camino.

No puedes. O será muy complicado.

Estás atrapado.

Esas zanjas, esas fosas neuronales, las construimos de forma personal y entusiasta al repetir nuestro himno nacional desde niños. Al escuchar atentamente la historia de nuestros héroes y nuestras raíces nacionales. Nos informan cada semana que tenemos que guardar respeto al lábaro patrio. Que ser mexicanos es lo mejor del mundo y que esto y que aquello.

De nuevo. Espero no te enojes y continúes leyendo.

En este instante del texto, tenemos la maravillosa oportunidad de no reaccionar como Neo, quien rechaza simple y llanamente la idea de que hay otras posibilidades a lo que él define como la realidad establecida, lo que él ha creído toda su vida que es cierto.

Nuestro país, nuestras raíces, nuestro himno, están bien. Son bonitos. Son historias románticas y surgen de la necesidad de lo que el gran Yuval Noah Harari describe como el orden imaginado.


THE IMAGINED ORDER

How do you cause people to believe in an imagined order such as Christianity, democracy or capitalism? First, you never admit that the order is imagined.

Yuval Noah Harari

Harari describe a la perfección el orden imaginado en “Sapiens”, un libro que debería ser requisito en los cursos universitarios de toda persona que se precie de culta.

La construcción periódica que hacemos de nuestro imaginario social es eso, una construcción, periódica, imaginaria y social. Construcción es invención. Periódica establece que lo hacemos y deshacemos cada cierto tiempo, principalmente con inicios difíciles llamados revoluciones, eras, oleadas, levantamientos, etcétera. Imaginaria porque surge ahí, en nuestra imaginación. Los Estados Unidos no son grandiosos porque Dios así lo haya dictado. Es marketing. Es su creencia y una muy fuerte. Tanto así que incluyen a Dios en su constitución, en su dinero, en sus juicios. El asunto de que nuestra realidad —nuestro orden imaginado— sea social es lo más poderoso de toda la ecuación. Si tú y yo dejamos de creer en la importancia de la patria, no pasa nada. La patria sigue existiendo y seguirán habiendo personas dispuestas a morir por ella y demás.

Hay cierto tipo de acuerdos que hacen toda la diferencia.

El acuerdo que haces contigo mismo donde defines qué es lo que para ti resulta sagrado, tonto, fantástico y ridículo. Es el más voluble de todos los tipos de acuerdos porque puedes —a voluntad— dejar de creer en algo y eso en lo que creías simplemente desaparece. Si tú crees que los extraterrestres te abdujeron anoche, bien. Pero si dejas de creerlo, al mundo le da igual. Lo único que cambió fue tu realidad.

El otro tipo de acuerdo que hay es entre tú y otra persona, o un pequeño grupo de personas. Si tanto tú como tu pareja creen fervientemente que están hechos el uno para el otro, bien. Que tu pareja lo deje de creer te puede afectar aunque tú sigas insistiendo que sí, que están destinados a tener sus almas juntas por toda la eternidad. Aquí ya no importa nada más lo que tú creas, sino que tu creencia se ve influenciada por aquello con lo que alguien más decida o no comulgar.

El acuerdo más poderoso —y que tiene que ver con esta parte social de nuestra realidad— es donde todo está fuertemente entrelazado. El ejemplo que Harari ofrece es el del dinero. El dinero no es nada. No existe. No es comestible, no es protector, no es reconfortante, no es material para construir. Es nada. Y sin embargo, todos creemos en él. Recibo unos papeles, unas monedas o unos dígitos en mi smartphone y creo que tengo más recursos a mi disposición. El dinero es el sistema de fe más exitoso de toda la historia de la humanidad porque no hay cultura, organización o individuo que no esté afectado actualmente por él y que no participe de la creencia colectiva de su importancia. Y en este tipo de acuerdo, si tú y yo decidimos que el dinero no es relevante, en nada, absolutamente en nada, afecta al sistema. Es un acuerdo entrelazado tan fuertemente que aunque uno o varios de sus miembros decidan no honrarlo más, persistirá.

El orden imaginado nos hace creer cosas como —insisto— saludar a nuestra bandera con respeto porque representa las cosas que nos han dicho que representa.

El orden imaginado nos hace llorar en la derrota de nuestro club de fútbol favorito porque sentimos en el alma la injusticia o impotencia de un esfuerzo no coronado.

El orden imaginado nos hace creer que un papel lleno de firmas, sellos y ciertas frases crea un experto profesional en nosotros.

El orden imaginado nos hace tratar como adultos a personas que rebasan cierto número de años sobre la faz de la Tierra como si eso tuviera algo que ver con madurez.

El orden imaginado nos hace creer que un papel lleno de firmas, sellos y ciertas frases crea un ente llamada empresa con compromisos entre sus socios.

El orden imaginado es la mejor creación de la humanidad, ya que nos pone a trabajar colectivamente como niños con Legos para inventar situaciones que con el tiempo vemos ridículas. Todo lo que a esta edad consideras ridículo es así por el simple hecho de que has agregado profundidad y sofisticación a tu intelecto, profundidad y sofisticación de las cuales carecías en aquel punto de creación original del que ahora te burlas.

El juicio de Sapiens es que no hay escape del orden imaginado. No lo hay. Vives en uno y puedes pasar a otro, pero siempre estarás inmerso en alguna variante.

La capacidad de voltear, abrir los ojos y apreciar honestamente todo lo que está a nuestro alrededor como un orden imaginado es a lo que me refiero con percibir que la realidad no es importante.

Es una mera percepción de lo que está frente a nosotros. Pero nada más.

Steve Jobs no fue otra cosa que un filósofo-hacker. Y resumió perfectamente todo esto que intento decirte:

“Cuando creces tiendes a que te digan que el mundo es lo que es y que tu vida es para vivirla dentro de ese mundo, que no andes golpeando mucho las paredes. Trata de tener una familia bonita, divertirte, ahorrar algo de dinero. Esa es una vida muy limitada. La vida puede ser mucho más amplia una vez que descubres un simple hecho: que todo lo que está a tu alrededor que llamas vida fue hecho por gente que no era más inteligente que tú y que lo puedes cambiar, que lo puedes influenciar, que puedes construir tus propias cosas que otras personas pueden usar. Una vez que entiendas esto, nunca volverás a ser el mismo”.

¿Pero cómo alterar nuestra realidad entonces?


THE HARDEST ROLE TO PLAY

The hardest role to play is the one where you play yourself and allow yourself to remove the mask and be yourself.

Vadim Zeland

Vadim Zeland es el autor de una serie de libros semi-esotéricos-metafísicos-new-age cuyo título me encanta: “Reality Transurfing”. Zeland dice que el observador objetivo siempre tiene la ventaja sobre el participante directo de una situación.

Tú y yo, cuando no entendemos el concepto de orden imaginado, cuando estamos atrapados en fosas neuronales, cuando no aceptamos que casi todo lo que nos han dicho que importa es mentira, somos esos participantes directos incapaces de alterar nada.

Necesitamos separarnos mental y emocionalmente para convertirnos en los observadores objetivos de lo que sea que queremos cambiar.

El “reality transurfing” nos invita a aceptar la idea de que hay variantes de las realidades de forma infinita en espacios a los que nos podemos insertar prácticamente a voluntad. Zeland afirma que la concentración de la energía de los pensamientos nos puede mover de una rama a otra de este infinito árbol de la realidad.

¿Qué se necesita? Control consciente de nuestras intenciones y de nuestra actitud.

Listo. Te he ahorrado la lectura completa de la obra del buen Vadim.

Todo esto suena —como te decía— probablemente muy New Age y peace-and-love. Cierto.

Pienso —sin embargo— que muchos conceptos igual de fantásticos comenzaron con un rechazo en masa para ser aceptados tiempo después. Tengo junto a mí un ejemplar de “Parallel Worlds”, libro de divulgación científica de un respetadísimo físico teórico moderno que habla de otras dimensiones, tema que apenas treinta años atrás era motivo de burla en congresos cosmológicos. Hoy en día no hay un solo físico de talla mundial que no esté sumergido/enterado de la seriedad del asunto.

Por si las dudas —y no nos cuesta nada— aprendamos a definir siempre la dirección de nuestras intenciones y nuestra actitud. Este tipo de decisiones son de las engañosas, aquellas que suenan más fáciles de lo que son. Casi nadie tiene control de sus intenciones. Estamos distraídos, embobados, cegados y vamos por la vida reaccionando a ilusiones como que ahora en la universidad lo único sagrado e importante es aprobar las materias y graduarme bien para conseguir un trabajo que me pague buen dinero. Y así. De adultos lo importante es partirnos el lomo en la oficina para que el fin de semana sea de alcohol y tener dinero para poder comprar la casa y el auto y demás. Esas cosas no están mal, pero lograrlas no significa que estamos enfocados sino que vamos ascendiendo por los escalones de una vida predeterminada en lugar de construir nuestra escalera. Te lo decía arriba: no tenemos intenciones muy claras, solemos ir meramente reaccionando.

Y sobre nuestra actitud, bueno, la kabbalah me regaló el maravilloso concepto de inyectar la actitud correcta a las cosas. Si vas a darle una respuesta a alguien, actúa con honestidad para ayudar a la persona en su camino, para que el bien surja de tu interacción.

Publiqué hace tiempo un artículo sobre nuestra necesidad de neopatriotismo. Le decía a mis lectores que no fueran patriotas, que dejáramos atrás la celebración de nuestro himno y nuestros héroes y demás. La gente se encendió. Recibí más e-mails y mensajes de protesta que cuando escribí “Un nouveau contrat sexuel”, mi ensayo sobre la poligamia, placeres, ecuanimidad y sofisticación de nuestros comportamientos primarios. Quién lo diría.

Decidí sentarme a escribir este ensayo con la intención de profundizar en el tema de que podemos alterar nuestra realidad, pero para ello debemos genuinamente ensanchar nuestra manera de ver las cosas. El dogma nos enamora fácilmente. Nos cegamos a voluntad con cada cuestión que repetimos como verdadera sin pensarla.

A cada teclazo de este texto estoy inyectando la intención positiva que quiero que surja de él, quiero que la gente entienda más y mejor el velo que nos rodea. Quiero menos reacciones emocionales sencillas y más profundidad intelectual-emocional para avanzar.

En otras palabras, estoy evitando escribir por escribir.

Estoy escribiendo con intención.

Estoy cumpliendo con el mejor papel que puedo interpretar en esta vida: ser yo.


REALITY IS NEGOTIABLE

It’s lonely at the top. Ninety-nine percent of people in the world are convinced they are incapable of achieving great things, so they aim for the mediocre. The level of competition is thus fiercest for ‘realistic’ goals, paradoxically making them the most time and energy-consuming.

Tim Ferriss

Tim Ferriss cambió mi vida.

Independientemente de las cientos de técnicas y estrategias que he aprendido en sus artículos y conversaciones, lo que Tim me regaló fue una interpretación diferente de lo que me rodeaba. Me invitó a cuestionarme y pensar por qué tengo que tener siempre esto, por qué no puede ser diferente, por qué tengo que aceptar esta realidad.

Hace un rato platicaba contigo sobre los acuerdos entrelazados, aquellas verdades/realidades tan intensas que existen en la mente de millones de personas y que por más que tú y yo hagamos un esfuerzo en desestimar, no las afectamos en lo más mínimo. Te di el ejemplo del dinero, donde si tú y yo o cien o mil personas más decidimos que no es importante, esto no afecta en nada al sistema financiero. Y está bien.

Tú y yo no queremos cambiar el sistema sino jugar en otro.

¿Sabes? He llegado a una conclusión dolorosa. La mayoría de las personas que lanzan guerras, promueven el terrorismo, pelean a gritos, organizan marchas, se quejan de todo, incendian edificios gubernamentales, en esencia, son personas que tienen un dolor para el cual han encontrado un enemigo perfecto, uno grande, malévolo e invencible.

Todos esos relatos románticos de la primavera árabe o la revolución francesa y demás, son eso, historias bonitas para preservar el status quo del orden imaginado. Las cosas pueden cambiar, sí, pero primero cambia tus cosas.

El error de esas personas es que están enojadas con el mundo y deciden pelear contra enemigos gigantes en lugar de luchar por estar bien consigo mismas.

Ayudemos a través de ser geniales.

Ayudemos a través de contar con muchos recursos.

Ayudemos a través de inyectar la intención más positiva a las cosas.

Nuestros hashtags de protesta, nuestras marchas, nuestros ensayos contra el mal gobierno y demás son retórica y socialmente justificables como “el cambio” cuando en realidad es “el miedo” a pelear contra aquello que nos hace ir lentos o desenfocados, a luchar contra una realidad (mentalidad y ejecución) que nos disgusta.

Así iba yo por la vida. Así me sentía yo, el chico izquierdista, pro-liberal, anti-establishment más agudo de mi universidad. Todos tenían la culpa de mi situación económica personal. Todos. El gobierno. Los oligarcas. La reforma. La falta de reforma. Ese presidente. Aquellos diputados. Tal nueva ley. Tal vieja ley. Todo el mundo estaba mal. Y todos me afectaban. Y por eso yo me encontraba sin oportunidades, sin dinero y sin felicidad atrapado en un trabajo que no disfrutaba donde no daba para más.

Entró Ferriss a escena y te decía que cambió mi vida.

Leyendo sus ideas, entendí que yo tenía la culpa de lo que me estaba ocurriendo.

Tal vez —como primer paso— aceptar esa responsabilidad me pondría en una situación de ventaja.

Porque verás, cuando aceptas la responsabilidad de todas las cosas que te pasan, adquieres el derecho a modificarlas.

Cuando aceptas
la responsabilidad
de todas las cosas que te pasan
adquieres el derecho
a modificarlas.

Y si la maldita y baja vida que estaba viviendo era mi responsabilidad, al aceptarlo recibí la gran oportunidad de alterarla.

Alteré mi realidad.

Dejé de creer que mi falta de un título universitario oficial era un impedimento para cosas grandiosas. Y con esta nueva mentalidad fundé compañías internacionales.

Dejé de creer que las tonterías que había experimentado con ex-novias tenían que definir mi vida emocional. Y construí una hermosa familia.

Dejé de creer que lo que la gente a mi alrededor me decía era importante y comencé a hacer caso sólo a quienes ya se encontraban en los niveles estratosféricos de relevancia que yo quiero alcanzar algún día. Y ahora muchos de ellos son mis amigos.

Dejé de creer que debía comportarme de acuerdo al canon impuesto por mi grupos de amigos y familiares. Y ahora muchos copian descaradamente mis hacks.

Descubrí que Ferriss tenía razón.

Que la realidad es negociable.

Y que —regresando al punto original de este concierto— casi nada importa.

Tercera y última parte de un ensayo sobre la realidad:


BIG DREAMS

«Don’t be on your deathbed someday, having squandered your one chance at life, full of regret because you pursued little distractions instead of big dreams.»

Derek Sivers

Derek Sivers es un genio de los negocios y un filósofo moderno. Para estar claros en algo, los filósofos modernos no se presentan a sí mismos como filósofos modernos. Son grandes tipos haciendo grandes cosas, escribiendo grandes libros, haciendo gran arte.

Yo no me considero un filósofo moderno, pero tal vez eso soy.

Y claro que estoy abierto a la amplia posibilidad de que tal vez no, y simplemente soy un gran fraude que se autoalaba.

Whatever. Recuerda: casi nada importa.

Te quiero regalar la estrategia más clara para alterar tu realidad. Y te la voy a compartir en seis combinaciones diferentes (alguna ha de pegarse perfectamente bien a tu mentalidad).

  • Deja de preocuparte por tonterías. Eso no te lleva a un lugar de plenitud.
  • Enfócate en las cosas que las personas en tu círculo consideran ridículas o irrelevantes. Eso te pone en otra liga.
  • Determina prioridades que tengan sentido en diez, quince, veinte años. No favorezcas la complacencia cortoplacista.
  • Haz caso a tu intuición y alma. Todo lo demás es ruido del mundo. El ruido del mundo jamás ha elevado a alguien que haya valido la pena.
  • Trabaja pensando en objetivos groseramente enormes todo el tiempo y verás cómo todas las demás acciones diarias se alinean con ellos de forma natural.
  • Las minucias de la vida no alteran nada.

Ten sueños grandes. Y logra eso que nos dice Zeland: pasar con intención y actitud a mejores ramas dentro de las variantes de la realidad.


ALWAYS WRONG

«The conventional wisdom is always wrong.»

Naval Ravikant

Sigue a Naval Ravikant. Y entiende que el himno nacional no importa.

No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa. No importa.

La copa mundial de fútbol tampoco.

Las próximas elecciones.

La culminación de ese curso al que te inscribiste.

Ir a aquel concierto.

Son cuestiones de alta importancia artificial, son parte de una realidad que tú no diseñaste. Una realidad en la que nadie pidió tu voto ni opinión.

Como regla general, si muchas personas están de acuerdo en un punto, ese punto será mal visto y ridiculizado dentro de cien años. Piensa en todo lo que veíamos con buenos ojos algunos siglos atrás y que hoy no toleramos.

La realidad de este momento es difícil de atacar a nivel global.

Pero en tu escala, en tu esfera de influencia —y aquí viene lo fantástico— es fácil de alterar.

Lo primero que tienes que hacer es sumar todo lo que hemos venido hablando:

  • que lo que repetimos como dogma nos crea fosas neuronales,
  • que no debes ser participante directo sino observador objetivo,
  • que esta realidad es un orden imaginado que podemos percibir,
  • que controlar conscientemente nuestras intenciones y actitud nos permite pasar a otras variantes de la realidad,
  • que al aceptar la responsabilidad de todo lo que nos ocurre, recibimos el derecho a alterar nuestra situación.

Abraza estos principios, estas ideas y ve cómo el mundo se doblega ante ti.

La gente cree que el futuro del mundo, de nuestra realidad actual, está en dominar ciertas habilidades. Y no está mal.

Yo sé que el futuro está en dominar Minecraft.

Aprende a jugarlo: es la siguiente plataforma de creación. Diez mil personas compran el juego a diario. La edad promedio de los jugadores es de veintiocho años. Cuarenta por ciento de su base de usuarios son mujeres.

Lo que Minecraft representa para el futuro es lo que la PC representó para muchos de nosotros en los ochentas y noventas: la herramienta con la cual crear una nueva realidad.

Y yo quiero estar ahí.

Literalmente inmerso en ello.

Muchos se van a reír de esto y lo van a minimizar. Y está bien. Ese siempre es el trabajo de la mayoría: pasar por alto las cosas que tienen la capacidad de alterar la realidad.

They’re always wrong.


Tú y yo, nuestra biología, somos Legos vivientes. Podemos crear cualquier cosa que queramos. Lo que sea.

No se trata de que creas todo lo que aquí te digo hoy.

No se trata de que estés totalmente de acuerdo conmigo.

Cuando te digo que casi nada importa, me refiero a que casi nada de lo que nos han dicho que es importante resulta ser así en realidad.

Tú —en esta nueva libertad de pensamiento y acción— decide qué es lo importante, qué es lo trascendental.

Todo lo demás, abórdalo como lo que te he estado insistiendo que es: algo irrelevante.

Lo primero que hizo Neo en Matrix fue rechazar la verdad de lo que le explicaban. Lo primero que hizo fue defender sus creencias. Lo primero que hizo fue demeritar el ataque a sus percepciones.

En el inicio reaccionó como cualquiera.

Tú y yo debemos evitar reaccionar así.

Just think about it.

Cuando no estoy seguro de cómo explicar algo a alguien, esto es lo que siempre hago: comienzo diciendo exactamente eso —la verdad. “Hey, no sé cómo explicarlo, pero tengo que intentarlo”.

Con estas líneas lo he intentado.

Para Alan, Julieta y Diego.