«Innovación», «Optimización», «Creatividad» tienen definiciones muy cercanas entre ellas si las buscas en el diccionario. Velo así: si logras optimizar tu tiempo, es porque introdujiste innovaciones en tus acciones, esto gracias a que pensaste de forma creativa.
A todos les gusta la palabra «innovación». Las empresas inventan departamentos y cargos para conectar con la moda de sentirse a la vanguardia. Las personas usamos la palabritas en nuestras descripciones en redes sociales y así. Vemos ser innovador como algo positivo per se. La verdadera innovación duele, en lo económico, en lo emocional, en lo psicológico, en lo profesional y personal. Es dejar atrás algo que ya dominamos, es comprar algo que nos genera incertidumbre.
Traer una laptop y venir escribiendo esto en el avión no es innovador. Lo era hace veinticinco años, cuando las computadoras portátiles eran extremadamente costosas y por ello escasas comparadas con la situación de hoy. Misma historia al usar internet, smartphones, etcétera.
Innovar es realmente un asunto solitario. Si compras algo, haces algo o utilizas algo y la mayoría a tu alrededor lo tienen y/o lo comprenden sin problema, ahí tienes un primer filtro de que no es innovador en realidad.
Escribir largos ensayos públicos en Facebook hace más de diez años fue una de las innovaciones que cambiaron mi vida. Hoy muchos lo hacen. Cuando comencé, todo eran memes y fotos de la fiesta. Me sentía raro al hacerlo pero me dio increíbles oportunidades.
Para volverte innovador tienes que ser alguien con una fuerte disciplina emocional, una persona que no necesita los aplausos constantes ni la aceptación de todos para ir avanzando.
¿Sabes? Cuando ya te llaman innovador, han pasado años y lo que propusiste ya tiene sentido para la mayoría. El mundo nunca aplaude innovaciones personales, profesionales o empresariales de inmediato.
Las líneas fuera de lugar en sus dibujos, los colores adicionales en sus tareas, las preguntas raras que hacen, todo eso los hace creativos. Las calificaciones perfectas no. ¿Cuál fue el promedio escolar de Steve Jobs? A nadie le importa. Queremos que nuestros hijos crezcan innovadores y al mismo tiempo queremos que sean obedientes en la escuela y en la casa. Así no se puede. Estas ilusiones se contraponen.
Entonces, si alguien es ordenado al extremo, solo se mete a cosas que entiende y necesita la certidumbre en todo momento para tomar sus decisiones, bien, aprende a identificar que por ahí no van a llegar innovaciones poderosas. Por eso las empresas grandotas compran empresas chiquitas, porque es más fácil pagar por la innovación de una compañía que tiene que estar loca para sobrevivir en una economía tan competitiva.
Es difícil que «el departamento de innovación» de una corporación —lleno de personas con buen salario seguro— sea más innovador que una startup en donde a diario cada acción y decisión es de vida o muerte.
Una innovación es una anomalía, es una condición de frontera. Aprende a detectar y conectar con personas anómalas, que hablan y ejecutan «cosas raras» que no entiendes bien o no te parece lógicas o te disgustan un poco y así. Ahí está tu escuela de pensamiento lateral.
Esas personas anómalas —innovadoras— tienen libros, videos, libros, blogs y empresas. Están transmitiendo su cerebro abiertamente. Aprovecha la magia de esto y deja de vivir en una caja de resonancia donde todo lo que ves en internet son cosas que entiendes y te gustan.
El movimiento físico genera condiciones para la innovación. Comprobado a lo largo de la historia por científicos, militares, empresarios, políticos y demás. Camina mucho. Haz ejercicio. Sal de viaje. Piérdete. Anda en silencio.
La verdadera innovación viene del caos mental, de la ejecución llena de error tras error, de callejones emocionales sin salida, no de leer tres artículos, ver una película de Steve Jobs ni de ir a Starbucks con nuestra Mac para la foto en Instagram.
La verdadera innovación es igual a un parto: duele, es inconfundible y te marca de por vida. Si te preguntas si has sido innovador en tu vida, probablemente todavía no. Pero siempre estás a tiempo. Recuerda: duele, es inconfundible, te marca y nadie te aplaude de inmediato.
Lee mucho de todo: poesía, metafísica, aliens, psicología, negocios, sustentabilidad, ciencia, etc. Habla y escucha mucho de todo. Toma otras rutas y medios para la oficina. Vístete diferente. Ignora cosas a las que pones mucha atención. Así te recableas para la innovación.
Y lo más importante, la meta no es innovar por innovar. Es estirar el músculo intelectual, la curiosidad, la ejecución y ayudarnos y ayudar con el resultado de nuestros atrevimientos creativos.
Ecuanimidad. Enfoque. Largo plazo.
Sé audaz. Y selo ahora.
—A.