Imagina cada red social como un baile. Twitter es reggaeton, Instagram es rap y así. Cada una de estas plataformas exige pasos distintos. Mi error ha sido querer que TikTok (K-Pop) me ame por mis pasos de Facebook (mambo).

Tal vez te está pasando lo mismo.

¿La solución? Igual que el baile: abrazar el dolor de sumergirte en nuevas clases, errores y amigos.

Al entrar a un evento, yo estoy pensando en notas y hacks para escribirte un artículo, querida PAD. Es mi mambo-Facebookitis que me persigue. Por otro lado —en la misma situación— los Kpoperos-TikTok están analizando ángulos para grabar videos. Físicamente, estamos en el mismo lugar. Profesionalmente, estamos procesando universos distintos.

Hay gente que todavía baila mambo y clubes donde lo puedes ir a disfrutar. Pero si haces un honesto censo de la realidad, verás que tu dominio de este baile es irrelevante para la modernidad. Y si tus intereses son irrelevantes para la mayoría, capitalizar en ellos es muy, muy difícil.

Para darnos recursos (invitaciones, relaciones, dinero) el mundo lo «único» que nos pide es ser relevantes.

No te ofendas. No estoy diciendo que el mambo no importe o que el K-Pop sea mejor. Intento hacerte ver que esto es lo que nos pasa una y otra vez a las personas que nos vamos quedando atrás en lo que hoy resuena para la mayoría de la población: insistimos en defender lo que dominamos, lo que conocemos, y lo hacemos porque hacerlo así nos da un lugar seguro en lo emocional.

Ni a ti ni a mí nos gusta aceptar que todo el esfuerzo que hicimos para dominar algo ahora es asunto del pasado y que debemos prácticamente reiniciar desde cero. Piensa en los diseñadores gráficos de los setentas y ochentas que un buen día en los noventas les pidieron que se volvieran expertos en Photoshop de la noche a la mañana.

Esto de adaptarnos no tiene que ver con la edad. Conozco jóvenes con mentalidad de la vieja guardia, que no entienden los nuevos modelos de aprendizaje de vanguardia y siguen defendiendo ciegamente un sistema que sus abuelos y papás les taladraron como único. Conozco gente mayor que yo que hace streamings geniales y gana dinero con ello.

Para quienes vivimos principalmente encerrados en nuestro cerebro y textos, este cambio hacia el mundo visual y emocional es durísimo. Pero hey, tal es la señal de que es algo a lo que debemos —al menos— poner bastante atención.

Si eres como yo, que me encanta estarle diciendo a las personas lo que tienen que hacer, te conviene —al igual que a mí— tomar tu propia medicina y dejar que el comportamiento de las nuevas generaciones te informe cuáles deben ser tus siguientes objetivos.

La peor conversación con una audiencia siempre es la unidireccional.

Siempre explico que escribo mis artículos pensando en mi propia versión universitaria de niño desenfocado. Y hace más de diez años, cuando comencé a hacerlo con mi blog, el formato era genial. Muchísimos jóvenes se apuntaron a seguirme ipso facto.

Hoy el asunto ya no es así. Y los puedo culpar diciendo lo que es fácil: que las nuevas generaciones no leen, que no ponen atención y demás discursos de viejito cascarrabias; o puedo preguntarme dónde demonios andan y qué he dejado de hacer para llegar a ellos.

Los jóvenes pobres y desenfocados a los que más les conviene mi contenido no están aquí en Facebook.

No andan leyendo blogs.

«Antes todo era mejor» es una forma de pensamiento que da refugio a nuestro corazón para no decirnos la verdad: que no hicimos el trabajo de actualizarnos, que no nos esforzamos por bailar adecuadamente con los tiempos, que votamos conscientemente a diario por proteger lo que aprendimos a dominar en lugar de abrazar lo nuevo y relevante.

Te juro y te firmo que el mundo es cada vez mejor.

Haz que tu desempeño lo acompañe siendo así.

Sin pena.

Cero dramas.

Ecuanimidad. Enfoque.

La gloria está en el largo plazo.

Disciplina emocional.

Dureza mental.

Sé audaz. Y selo ahora.

—A.