El segundo cambio de paradigma.

Imagina que estamos presenciando la conversación de un adolescente, catorce años, hablando con su papá —quien es herrero— y le propone la idea de asistir a la escuela. “¿Para qué?”, pregunta padre. “Para tener una educación”, responde con obviedad el hijo. “¿Y el trabajo? ¿Cómo vas a alimentar a tu familia?”, cuestiona quien ve toda esa idea de la escuela como un asunto teórico y exótico. “Cuando haya terminado la escuela, tendré oportunidades que me pagarán mucho dinero, papá”.

Después hablan del tiempo y la inversión que todo eso requiere. Papá ama a su hijo, pero no entiende este nuevo concepto de la universidad donde uno pasa años con libros para que al final te den un papel que dice que eres experto en un tema. En sus tiempos, todo esto se conseguía sin estudiar en un pupitre. Ser aprendiz durante muchos años era el camino natural. Heredar las habilidades, los clientes y el taller de nuestro mentor era lo esperado. Y así era como obtenías los recursos para sostener a tu familia de siete, nueve u once criaturas.

Piensa que hoy en día esto mismo ocurre cuando le propones a la vieja guardia el asunto de convertirte en influencer. Lo que hoy defendemos es lo que ayer combatíamos: la universidad, la escuela, el periodo de instrucción formal y sometido a palabras, espacios cerrados y tutores principalmente sin experiencia.

Y es entendible. Durante varias décadas —ni siquiera siglos— el mundo ha funcionado bien así: ten un certificado en contaduría, medicina, ingeniería, pedagogía, etcétera para conseguir un empleo estable en el cual desempeñar tu conocimiento y habilidades durante unas tres décadas y así obtener una casa, un auto y comida para tu esposa y tres hijos (ya son tres nada más).

El primer cambio de paradigma fue de aprendiz a profesional con estudios universitarios formales.

El segundo cambio de paradigma —el que vivimos hoy— es pasar de profesional a influencer con aprendizaje autodidacta y validación informal.

Es difícil abrazar esta idea cuando la imagen que tenemos taladrada de un médico o un ingeniero es alguien respetable, serio, con sabiduría automática entregada por un conjunto de firmas, vestido de manera pulcra, con un diseño personal estudiado para inspirar aprobación entre sus colegas.


Irreversiblemente atrás.

La palabra influencer evoca jóvenes entusiastas haciendo cualquier cosa posible para llamar la atención en pocos segundos y comportándose en lo que consideramos un modo ridículo y poco profesional.

Cuando estos influencers pueden conseguir —como hoy lo hacen— que el mercado los premie rápidamente en términos de reputación y dinero, debemos estudiar el asunto e insertarnos en él, lejos de reírnos, minimizarlo y pensar que es una moda.

Deja de ser el padre que no puede abandonar la idea de que su hijo debe ser aprendiz de alguien para poder tener oportunidades en la vida cuando enviarlo a la universidad le abriría un mundo del que no tienes idea y que por eso no puedes abrazar con ánimo.

Deja de ser el profesional que no puede abandonar la idea de que ser influencer es ser joven y ridículo simplemente porque no entiendes lo fantástico que es tener un gran nivel de acceso a una audiencia cada vez más amplia y un canal propio y poderoso de distribución de ideas y proyectos.

Si no estás trabajando en ser influencer porque los preceptos taladrados en ti por la vieja guardia no te dejan, te estás quedando irreversiblemente atrás.

Y en unos años, con tu soberbio grado académico de medicina o ingeniería, cuando veas que tus colegas con canales de YouTube, blogs, feeds en Tiktok e Instagram, consiguen participar en asuntos que jamás se te presentan, recordarás este ensayo y cómo te fastidió que Aarón Benítez te dijera que las creencias que defendías no eran aptas para el futuro.


Resistencia económica, laboral y emocional.

Dice Peter Thiel que hay una burbuja en esto de nuestra adoración automática a la educación universitaria y a la manera en que pensamos en nuestra carrera profesional. Explica que la pre-condición para saber que todo esto es una burbuja es el hecho de que hay una creencia intensa que impide que cuestionemos el asunto. Y sí: dile a tu círculo cercano esto, que ser influencer es lo único que te va a dar verdaderas oportunidades en el futuro y verás las risas, las burlas y los comentarios sarcásticos por lo que ellos perciben como tu criterio ridículo e inocente.

Necesitas desarrollar resistencia económica, laboral y emocional para poder ser parte exitosa del futuro.

¿En serio crees que desarrollas resistencia económica cuando trabajas para una empresa pensando que estás en un empleo estable que va a durar varias décadas?

¿Sigues con la ilusión de que en tus ratos libres vas a emprender un proyecto o inversiones que te darán libertad financiera sin entender que la gente que se dedica veinticuatro horas enteras al día a esto no tiene garantizados sus resultados?

¿Sigues pensando pobremente que destacar te trae más problemas que ventajas?

¿Sigues creyendo que lo que estudiaste en un periodo de tu vida es suficiente para el resto de tu existencia?

La resistencia económica es poder tener diferentes fuentes de ingreso, ser creativo para que los recursos fluyan hacia ti.

La resistencia laboral es la capacidad de ser flexible con tus conocimientos, tus habilidades y tu actitud para insertarte en las posiciones que más te convengan en momentos estratégicos. Hoy eres ingeniero de diseño, luego director en una empresa de construcción y después socio de una empresa panificadora a la vez que profesor de un instituto en línea. ¿Por qué no?

La resistencia emocional es controlar a voluntad la influencia de todas esas vocecitas tanto internas como las de tu alrededor que —según tú— te juzgan implacablemente por estar ejecutando tu vida profesional de manera distinta a la que todos los demás lo hacen.


Inventando los caminos.

Este mundo interconectado hace más difícil la estabilidad a la que estábamos acostumbrados. En el año dos mil uno, diecinueve tipos con cuchillos arriba de aviones comerciales desencadenaron guerras con repercusiones globales incalculables. Y en el año dos mil cuatro, menos de media docena de universitarios iniciaron en sus dormitorios una compañía que ha reinventado las comunicaciones interpersonales de toda la humanidad. ¿En serio crees que el mundo es estable cuando estos ejemplos demuestran lo poco que se necesita para agitar todo en poco tiempo? ¿Eres tan inocente para pensar que la empresa, la industria, el área en la que estás, es a prueba de toda esta disrupción?

Los profesionales de la vieja guardia adoran los caminos establecidos que todo el mundo entiende.

Los profesionales de vanguardia van inventando los caminos que necesitan para tener más y mejores oportunidades de forma constante.

El libro de reglas que sirvió a las generaciones anteriores ha muerto. Entérate.

Las nuevas reglas son lo digital, lo rápido, lo minimalista.

Ser influencer es algo tan serio que parece juego.

Ser influencer es algo tan obvio que golpea nuestro intelecto porque queremos asignar la idea a un conjunto muy peculiar de personas raras, a algo al margen de nuestros asuntos serios.

Ser influencer no es ser emprendedor.

No todos tenemos que ser emprendedores ni lanzar nuevas compañías o instituciones.

Pero todos deberíamos estar ocupados en ir creando primero nuestras audiencias y luego nuestras tribus para poder construir aquello que —te repito— nos puede dar a ellos y a nosotros más y mejores oportunidades.

Ecuanimidad. Enfoque. Largo plazo.

Sé audaz. Y selo ahora.

—A.