2010: renuncio a mi empleo.

2022: He lanzado empresas, dado conferencias en organizaciones de prestigio, escrito libros e impartido cursos en grandes instituciones.

Pero aquí va para ti la verdadera sangre, sudor y lágrimas si te metes a esto de emprender:

He perdido muchas relaciones. No es su culpa ni mía. Las condiciones en que nos hicimos amigos no se parecen absolutamente a nada en lo que estamos hoy. Mucha gente fuerza cosas que no tienen realmente mucho sentido para ninguno de los involucrados.

Necesitas gente enfocada a tu lado para mantenerte así. Ten un grupo que sepa de qué demonios estás hablando con eso del CRM y el REPSE en la reunión del sábado por la noche. Tristemente, creo que no hay punto neutro en nuestras relaciones sociales: o sumamos o restamos.

Lo más difícil para mí: calibrar mi ego. Gracias a él emprendí pensando que sabía lo que hacía. Y gracias también a él he cometido errores que tardan años en repararse. Lo disminuí al punto donde ya no me la creía. Me afectó. Hoy lo calibro a diario para que me impulse.

El «síndrome del impostor» es muy difícil de reconocer. Aprendí a detectarlo: está en mí cuando me siento ridículo ante una nueva idea. Este post así me hace sentir, ¿quién soy yo para explicar emprendimiento si no salgo en Shark Tank ni tengo millones de followers?

He aprendido a dominar la incomodidad de sentirme ridículo. Eso me ha permitido exponer mi nombre, mi cara, mis ideas, mi vulnerabilidad. Esto ha traído cosas negativas, claro, pero las oportunidades superan por mucho las molestias. Vale mucho la pena abrazar lo incómodo.

Cuando doy coaching a mis clientes para sus empresas, me reflejo en ellos cuando no quieren prender su cámara web, cuando quieren compartir solo lo que consideran que es perfecto, cuando desean tener todo en orden para avanzar. Así no construyes nada.

Solía admirar a las corporaciones porque creía que eran perfectas. Hoy sé del enorme caos y la cantidad de procesos que ejecutan de forma milagrosa. Te sorprenderías. Se convierten en gigantes porque se empujan a sí mismas a pesar de no tener todo bajo control. Ahora soy así.

Reid Hoffman: «Si no te da pena la primera versión de tu producto, lo estás lanzando demasiado tarde». Mis empresas, libros y cursos, uff, llenos de errores. Hey, pero están ahí afuera, generando oportunidades. Eso de la perfección es buena excusa social para ocultar tu miedo.

Como crecí en escuelas públicas, creía que para conquistar los negocios el asunto era por méritos, pues para ser bueno en clase solo bastaba hacer bien lo mío y ya. Baldes de agua fría me han explicado lo vital de las relaciones y la psicología para jugar bien este juego.

Las relaciones y la psicología son temas fastidiosos para quienes nos consideramos «inteligentes». Creemos que es injusto que otros productos, personas o servicios tengan ventas mayores a nosotros si nos hemos esforzado más y «merecemos» mejores resultados.

Golpe a mi sensibilidad fue enterarme que era inteligente en lo académico pero tonto en la vida. Que a nadie le interesaba mi coeficiente intelectual allá afuera sino lo que podía resolver para ellos, entregarles en tiempo y forma y negociar a su favor.

Esto lo veo a diario con profesionales que son muy inteligentes en su empleo y no quieren enterarse que eso no importa mucho ahora que van a lanzar su empresa porque las diferentes inteligencias que requieren para tener éxito no las han desarrollado mucho. No lo conciben.

Elon Musk: «Si necesitas palabras de inspiración, no seas emprendedor». La parte de glamour sobre emprendedores en revistas e internet es 0.000001 del trabajo para hacer que las cosas funcionen. Nadie me dijo esto. Pensaba que era lo principal. No. Eso es mera superficie.

Otro shock emocional que recibí fue el día que entendí que había cosas que ni siquiera sabía que desconocía. Es decir, sé que no sé contabilidad y puedo conseguir ayuda en eso, pero hay otras áreas que no tenía ni siquiera idea de que eran importantes y por lo tanto descuidé.

Una de esas áreas era la salud mental. Siempre he sido optimista, positivo, duro en mi mentalidad y decisiones. Y llegó el año donde me quebré, donde no aguanté la presión y muchas cosas comenzaron a derrumbarse, donde el drama por todos lados me invadió.

Salí de ahí gracias al grupo que te digo que debes tener de gente a tu lado que sepa qué demonios estás experimentando y también a que aprendí a aplicar inteligencia para la vida, avanzando en lo que importa en lugar de lo que me hacía lucir bien.

Muchos emprendedores novatos comenzamos presumiendo más que ejecutando adecuadamente. Y se vuelve un vicio hablar de lo bien que nos va y lo geniales que somos en lugar de estar concentrados. Sentía genial cuando la gente me admiraba y me volví superficial.

Cuando la parte negativa de la realidad me aplastó, fui al psicólogo, psiquiatra y gym. Me enfoqué en conseguir resultados más que aplausos. Descubrí que los pros tienen a profesionales de la mente a su lado todo el tiempo. Y copié eso.

Conforme vas teniendo éxito, los fracasos duelen más. Esto se lee fácil y se experimenta durísimo. Yo lo «sabía» pero no lo internalicé hasta que lo viví, como casi todo lo que vale la pena en la vida.

Me metí a emprender por mi ego, como ya te había dicho. En la empresa en la que pasé ocho años, subí rápido de empleado de medio tiempo a supervisor de cientos de colaboradores, incluyendo a quienes me habían contratado y entrenado. Me fui en un punto alto y esto ayudó.

Verás, muchos renuncian por drama: enojo con el jefe, insatisfacción, etcétera. Esa inercia negativa te la llevas contigo a tu emprendimiento si es que lanzas uno en ese instante. Lo que me impulsó fue que yo construí mi primer negocio con momentum positivo.

El momentum positivo es cuando la empresa en la que estás te reconoce, por ejemplo. Cuando te ascienden. Cuando te dan más responsabilidad. Cuando algo hacia arriba de la compañía aparece ante ti. Ese es el instante mágico que te recomiendo te lances a tu sueño de negocios.

Me ha ayudado que he leído bastante en la vida y que absolutamente todos los tipos que admiro dicen lo mismo: esto de conseguir resultados empresariales fantásticos no es para el débil de corazón.

He tenido que aprender sobre psicología a un ritmo acelerado. La lección más grande es que las personas no somos lo que decimos, sino lo que hacemos. Suena fácil de entender, es difícil de aceptar, porque existe gente muy convincente. Ve bien lo que construyen (o destruyen).

Contratar bien es un arte, es complicado. Error típico es querer hacer las cosas con gente que conoces. Eso fue lo que hice yo. Y no eran malas personas: yo era un mal jefe, no tenía la visión ni el entrenamiento para conseguir lo mejor de ellos en mi negocio.

Al final, la ubicación de mi primer negocio y mis primeras contrataciones revelan perfectamente mi estado psicológico del momento: tenía mucho miedo y me aferré a la zona y personas que conocía, cuando en retrospectiva si ya estaba dando el salto, debí haberlo hecho completo.

Pensaba que cuando alguien «entendía mi visión» significaba que podíamos hacer cosas juntos. Esto duró muchos años. Es hermoso encontrar gente que se entusiasme con tus ideas. Yo quería contratarlos a todos porque creía que las cosas serían así más fáciles.

Terminé siendo el que más sabía de las diferentes áreas de mi empresa. Esta es una posición terrible. No te pongas en ella nunca. Esto significa que no tenía la confianza personal para contratar gente que pudiera retarme —exponer mi ignorancia.

Ando en mis cuarentas y veo a jóvenes universitarios entusiastas, otros necios, otros enamorados de tonterías y así. Veo la distancia emocional tremenda que existe entre nuestros mundos y entiendo que es difícil abrazar la experiencia de alguien más.

He tomado aviones y pagado hoteles solo para platicar dos horas con gente que está muchos millones de dólares arriba de mí en negocios. Ponen en contexto mis problemas. Me explican lo que hacen para solucionar situaciones como la mía. Y aprendo más que en cualquier MBA.

Esto de abrirme a escuchar a quienes saben de lo que están hablando no lo hacía. Mi ego, mi inseguridad disfrazada de necedad, mi creencia de que era muy inteligente y yo lo podía resolver todo, me impedía levantar la mano para pedir consejo a los verdaderos expertos.

Cierta inocencia me ayudó a lanzarme a esto del emprendimiento, pero llegó un punto donde se volvió en mi contra. Esos influencers que admiras, ese empresario que sube fotos en su avión, no hacen las cosas solos. No puedes imitar su ritmo si no aprendes a crear estructuras.

Es más, esos hombres de negocios con bestsellers solo los dictan a grandes rasgos. Tratos enormes no ocurren porque tu producto sea superior y ni siquiera barato. Son las relaciones. Sé que me entiendes, pero hasta que dejes de buscar la lógica en el mundo lo internalizarás.

¿Qué me ayudó a emprender? Leer mucho. Ficción. No ficción. Poesía. Física. Historia. Tener un ligero entendimiento de muchas áreas facilita la conexión con ideas, personas y culturas. Gracias a la lectura estuve en mi mente en países que tardé años en conocer físicamente.

Hablar inglés. Aquí te dejo mis mejores hacks al respecto.

Aumenté mi inteligencia emocional. Admito más rápido y seguido cuando una de mis ideas o ejecuciones no tiene sentido. Me río más fácil de mis torpezas o conclusiones tontas.

La parte física. Creo de todo corazón que la tontería más grande que podría haber cometido es tratar de solucionar los problemas de la mente solo con la mente. Comencé a correr más duro. A usar el gimnasio. A nadar. A tomar más tiempo para leer y dar largas caminatas.

Tim Ferriss, Lex Fridman, Joe Rogan. Las conversaciones que tienen con todos sus invitados en cada uno de sus podcasts son una especie de universidad diaria para mí. Los escucho y encuentro una y otra vez la misma referencia: que las cosas que valen la pena toman tiempo.

Además, siendo honestos, los estudios serios indican que los tipos que construyen empresas geniales andan en sus mediados cuarentas. Y tiene sentido: ya estamos en un momento más maduro de la vida, nos hemos dado golpes, entendemos mejor el juego.

Escuchamos hasta el cansancio que esto de emprender es un maratón y no un sprint. Conseguir el ritmo que te haga llegar a la meta es vital. A diario tengo problemas. Ya los veo como parte de mi trabajo y no como algo que desaparecerá mágicamente.

Integro a diario el típico revés cotidiano de negocios con la educación de mis hijos, con el tiempo familiar, con mi rutina personal y así. Si espero a que todo sea perfecto para disfrutar los días, bueno, eso no es realista.

Hace unos días leí esto y me encantó. Creo que comparto este rasgo con la gente con la que he podido construir cosas geniales: niveles psicóticos de persistencia. Y es algo que debes saber si tienes o no. Y si no lo tienes, desarróllalo.

Lograr buenos resultados sostenibles es complicado, no compres el éxito fácil que una revista venda. Conozco a muchos —yo incluido— que hemos estado en páginas de grandes revistas y al año el proyecto por el que nos hicieron el reportaje ya no opera, pero eso no lo informan.

Me inventé una filosofía llamada «alto desempeño» y trabajo en ella a diario. Es lo opuesto a la victimización donde todos tienen la culpa menos yo. En el alto desempeño siempre busco el siguiente nivel. Esto me ayuda a mantenerme enfocado porque sé siempre cómo debo actuar.

Ecuanimidad. Enfoque. Largo plazo.

Sé audaz. Y selo ahora.

—A.