Sé valiente en lo que importa.

Hay diversos tipos de valentía. Está la valentía que sólo nos sirve para lucir bien, para alimentar nuestro ego. No sé, piensa en aquella que te hace subir a la atracción más peligrosa del parque de diversiones y que nos deja a varios cobardes afuera solamente tomando videos de la experiencia. Esta valentía nos regala diversión y sensaciones placenteras de admiración, sí, pero no nos sirve de mucho para objetivos a largo plazo.
Tú no quieres que tus amigos reconozcan este tipo de valentía en ti, porque en el momento en que decides favorecer estos aplausos, te vuelves adicto a esta validación y no desarrollas el tipo de valentía que sí importa.

¿Sabes cómo vas a distinguir el tipo de valentía que sí importa? Será aburrida, será desgastante, será silenciosa. Las masas no andan por la vida felicitando a un empresario por su logro más reciente al cerrar un monstruoso trato, pero créeme, hacer que todas las partes del proceso funcionen, arriesgar tu reputación para convencer a socios e inversionistas, confiar en tus cálculos y conseguir al final un buen resultado, bueno, al ser cosas detrás de bambalinas no les damos el mismo aplauso que cuando vemos a alguien dominar sin problemas las vueltas de una montaña rusa. Pero deberíamos, si es que queremos subir de nivel.

Tú no quieres ser valiente en lo irrelevante. Ten en mente esto todo el tiempo.


El miedo no se elimina, se administra.

Más de una vez me han preguntado cómo demonios dejé de tener miedo para hacer cosas.

Cada vez que escucho esto, sonrío. «Si supieran…», digo para mis adentros.

La verdad es que tengo miedo todo el tiempo.

La verdad es que me siento ridículo todo el tiempo.

La diferencia —y esta la explicación que más me gusta compartir— es que ante el miedo, me he entrenado a cargar mi cuerpo y alma hacia ese punto que me asusta. Tú y yo y todo el planeta tenemos siempre el mismo par de opciones ante el miedo: huir de él o aventarnos hacia él.

Yo me aviento hacia el miedo siempre y cuando en mis cálculos, el potencial resultado positivo valga la pena en el largo plazo. No vale la pena desgastarnos física y emocionalmente para conseguir victorias pírricas.


Lo que temes define tus prioridades.

No sé cómo desarrollar bien este punto sin sonar mal, pero aquí va: casi todo lo que nos da miedo ha sido dictado por el pedazo de sociedad del que nos hemos rodeado, y a menos que estemos dentro de un nivel bastante privilegiado, casi todo lo que nos da miedo son en realidad cosas irrelevantes.

He visto gente con temor a lo que sus vecinos y familiares van a decir porque no pudieron pagar una fastuosa celebración de quince años para su nena.

He visto gente con temor a decirle a quien les renta una casa que están retrasados en el pago unos días.

Da permiso únicamente a que cosas grandes, loables, importantes, sean las que te quiten el sueño.

Sé que luce terrible minimizar los temores de otros. Podemos justificar que son válidos y que no hay que juzgar y etcétera. Creo que eso nos hace complacientes. Y sí, entiendo la parte de empatía —después de todo, vengo de ese nivel. En palabras más amables y con mi experiencia a cuestas, quiero decirte que no pude abandonar el nivel de pobreza y limitación que me abrazó durante varias décadas hasta que mis miedos se transformaron en los mismos del nivel superior que me interesaba conquistar.


Sé especial sintiendo temor y ejecutando incluso así.

Todos tenemos miedo.

Y como te decía líneas arriba, la diferencia está en que unos deciden ejecutar a pesar del miedo y otros deciden congelarse. El miedo no lo vamos a hacer desaparecer nunca, o al menos no inmediatamente.

No le digas a nadie, pero tengo miedo en todas las actividades en que estoy involucrado a diario en masterbook.press, nivelPAD y VERSE Technology. Casi todos los días tengo momentos donde dudo qué demonios estoy haciendo. Pero cuando me descubro en ese estado, me presiono el botón de «Play» y sigo haciendo lo que tengo que hacer. Esto es lo único —la ejecución— que he notado que ayuda a bajar el volumen de esa vocecita que me dice que soy un fraude, que no voy a poder, que no tengo experiencia, que me falta esto, que me falta aquello, que esto otro puede salir mal y etcétera.

Una de las cosas que más felicidad me dan en la vida es ver a lectores que toman algunas de mis notas y con ellas se impulsan para ejecutar. De repente me los encuentro en la vida real y/o en internet y ya están ejecutando cosas en las que ni siquiera se veían involucrados ellos mismos pocos meses atrás. Lanzan blogs, podcasts, cursos, dan conferencias, comienzan a organizar sus eventos, crean su comunidad, venden coaching, etcétera. Y nunca hablo de esto directamente con ellos, pero sé que al igual que yo, tienen miedo a diario y que simplemente decidieron cambiar su comportamiento ante este sentimiento negativo que a todos nos invade.

No pasa nada. Sufrimos más en la imaginación que en la realidad, como dice Séneca.

Al final, «miedo» es sólo una palabra. Cambia la palabra si no te sirve, si no te gusta. Piensa en el miedo como la señal más clara de que hay incertidumbre frente a ti, que los elementos de los pasos siguientes son desconocidos. Eso es todo.

El miedo es la cortina que cubre la incertidumbre.

Y la incertidumbre cubre las oportunidades.

Ahora ya sabes qué tienes que hacer.

Ecuanimidad. Enfoque. Largo plazo.

Sé audaz. Y selo ahora.

—A.