Ya es tu culpa.
Soledad de la mente: el problema que tienes cuando en una categoría de acción o pensamiento te elevas mucho más allá que las personas que te rodean.
En cámara lenta:
- La soledad de la mente es un problema.
- Ocurre cuando nos apasionamos al extremo con algo.
- Y la gente más cercana a nosotros no tiene el mismo interés.
La soledad de la mente es una distancia enorme que te hace pensar que no hay nadie con quien puedas compartir los descubrimientos que vas haciendo sobre el tema que te fascina. Te hace creer que no hay nadie que se pueda emocionar tanto como tú por saber más de cierta área.
El primer paso para solucionar este problema ya lo has dado: identificarlo.
Caray, hasta lo bauticé por ti. De nada. Me debes un libro, un beso, un abrazo o una cerveza. Lo que corresponda.
Me he convertido en un experto combatiente de la soledad de la mente a fuerza de enfrentarme con ella en más de una docena de ocasiones en la vida. Soy un Jack Sparrow que ya no teme —en demasía— al Kraken . Sé lo peligroso que es y no lo tomo a la ligera, pero también sé que hay formas para vencerlo.
Para dominar este asunto te aconsejo que primero entiendas algo muy importante: a partir de este instante sufrir de la soledad de la mente ya es tu culpa.
Me explico.
Antes de este texto, tal vez no sabías qué era eso que te tenía molesto, apagado, triste. Sabías que había algo raro con tu vida, que algo estaba mal, pero no tenía nombre y mucho menos considerabas que fuera un problema real con el que tuvieses que lidiar.
Ahora ya sabes que sí, que esto es un problema, y que sí, tienes que contraatacar.
Cuando sabes todo eso y no haces nada, todo lo negativo que emerge de ello es meramente tu culpa.
¿Cómo comienza la soledad de la mente?
Existen distintos motivos que provocan la soledad de la mente. Uno de los que más he notado tiene que ver con rodearnos en exceso de amigos irrelevantes.
Cuando hablo de «amigos irrelevantes» no me refiero a que no importen.
Tampoco a que sean malas personas.
Los amigos irrelevantes son quienes deciden tener almacenada una única imagen mental de ti —y de preferencia, la que menos esfuerzo les genere procesar. Son esas personas que aunque hoy tengas cuarenta y cinco años y estés al frente de la dirección de una gran empresa, ellos insisten en seguirte viendo y tratando como el chamaquito desmadroso y tonto de veinte años que eras en la universidad. En otras palabras, los amigos irrelevantes son aquellos a los que tu evolución personal les importa un carajo. No lo hacen en mala lid. La verdad, no te analizan porque no eres realmente relevante en sus vidas.
No lo tomes personal.
Tú mismo te portas así con muchas otras personas.
Este es el gran problema que genera la soledad de la mente: estar rodeado de amigos irrelevantes.
¿Ejemplos? Son esos amigos que no se han dado cuenta que eres un experto de la música que podría identificar sin problemas a los siguientes Beatles de la historia en el bar más jodido del rincón más perdido del planeta. Ellos te van a decir “güey, no mames”.
Son esos amigos que no entienden que tienes la capacidad de construir cosas tan relevantes como Frank Gehry porque los años que llevas dedicado a tu arte así te lo gritan. Ellos te van a decir “ah sí, está chido”.
Son esos amigos que no ven que has pasado del alcohol de graduación industrial a un refinado Cabernet Savignon de una cosecha sublime porque aspiras a otras cosas. Ellos te van a decir “chale”.
Obviamente lo deseable es lo opuesto a tener amigos irrelevantes.
Es decir, amigos relevantes.
Los amigos relevantes no solamente son conscientes de tu evolución personal. Son promotores espectaculares de ella.
Sucede que el esfuerzo para mantener relaciones con amigos relevantes es mayor. Eso es lo que de forma natural nos orilla a siempre tener menor cantidad de ellos. Es la típica situación donde tienes que aceptar el intercambio de calidad por cantidad.
La soledad de la mente no tiene que ver con la soledad del corazón. No va por ahí. Esto es algo intelectual, no romántico.
Sigamos.
Como te decía líneas arriba, la vela de esa llama de ignorancia sobre este asunto de la soledad mental ya se extinguió. A partir de que eres consciente del problema, debes hacer algo al respecto.
Lo siguiente no es una medicina perfecta.
Es el remedio casero que inventé para contraatacar esa fiebre de la que hablamos. En términos generales, creo que la receta se puede replicar bastante bien.
De acuerdo a tus recursos, personalidad y ambición, tú vas a tener que adaptar lo que te sugiero a continuación.
Encuentra solo una persona que ande en tu frecuencia.
Búscala bien. La persona correcta para este punto es alguien que te resulta interesante. Es una persona con la que puedes salir. Es una persona que también quiere convivir contigo. Es una persona con la cual puedes intercambiar ideas sin problemas sobre su pasión en común. Afianza la relación lo más fuertemente posible con esta persona. Que no haya drama ni complicaciones en volverse amigos relevantes uno del otro.
Una vez que hayas ejecutado todo lo anterior, comparte abiertamente tu situación con tu nuevo amigo relevante. Explícale que estás buscando gente en el mismo giro de los dos. Pregúntale si conoce a alguien. Hazle ver lo genial que sería si pudieran invitar a alguien más del mismo giro a convivir con ustedes.
Te vas a sorprender de la magia que ocurre cuando compartimos a detalle los problemas que estamos tratando de resolver con nuestros nuevos – y viejos, ¿por qué no? – amigos relevantes.
Reúne gente en tu casa.
Sí. Vas a tener que abrirte. Es importante enseñarles el caminito hacia ti. Muchas de las personas que van a comenzar a ir a tus reuniones para hablar de [inserta aquí lo que te entusiasma] terminarán desertando.
Pero muchas no.
Y esas que no desaparezcan van a querer ahondar en el tema contigo. Y se van a sentir más en confianza para hacerlo si ya saben dónde encontrarte. Puedes pensar en un café, en un restaurante, en un parque, pero la verdad es que si quieres ser serio con esto de resolver tu problema, esfuérzate en abrir un poco de tu mundo más íntimo. Ese mundo comienza en tu casa.
Publica estos intereses y tus reuniones en redes sociales.
No filtres a nadie. Compártelo públicamente.
Las personas que te van a contactar no serán las de tu círculo de siempre. Si la gente cercana a ti fuera a levantar la mano para reunirse contigo a platicar de lo que te encanta, entiende que a estas alturas ya lo habrían hecho y por principio de cuentas no estarías sufriendo de la soledad de la mente, ¿no crees?
Las personas que te van a contactar son personas que ni te imaginas. Por eso tienes que lanzar la señal a todo el mundo para que la capten las mentes correctas.
Haz bastante personal tu invitación pública a hablar del tema que te encanta, cuenta al mundo la razón por la cual te fascina, dales la fecha y hora que propones y diles que te envíen un mensaje privado para que les des la dirección, no des tus detalles personales abiertamente, tantito sentido común por favor.
Cuando se comuniquen contigo de manera privada, pídeles que te compartan algunas de sus redes sociales para ver si tienen amigos en común y trata de pedirles que te cuenten un poco de ello. Esto es para generar un poco de confianza mutua. Yo siempre recomiendo usar notas de voz porque ayuda muchísimo más que simple texto.
Relata tus fracasos más que tus logros.
¿Por qué estás leyendo esto? Es muy poco probable que ésta sea el primer artículo que hayas leído de mi blog. A través de los diferentes artículos e historias que has ido encontrando aquí, tú y yo hemos ido creando una especie de relación de confianza. Yo sé que debo producir contenido de calidad para no hacerte perder tu tiempo y tú sabes que aprecio los comentarios y recomendaciones que haces de mi material con tu círculo. A lo que voy es que lo que más ha influido en nuestra conexión es platicar abiertamente de mis fracasos, de la verdadera historia humana detrás de cada éxito o buen resultado que haya conseguido. La gente conecta con eso porque así somos los humanos: queremos la historia del asunto, no nada más el frío resultado.
No es lo mismo sufrir los noventa minutos del partido que conocer simplemente el marcador final.
Dales pues siempre la historia a quienes quieren integrarse a tu onda.
Invierte tiempo, dinero y recursos emocionales.
Vas a tener que viajar a eventos. Vas a tener que pagar copas y cafés. Vas a tener que dejar de ver tu serie favorita un par de noches para atender a tus invitados. Vas a tener que soportar más de una crítica sobre las «tonterías» que estás haciendo y vas a tener que soportar más de un «no» a tus invitaciones. Sé consciente de todo ello e incluso así ejecútalo porque es la forma en que reestablecerás ese bendito estado glorioso de equilibrio de tu mente.
Utiliza el internet para conectar, no para tontear.
“Software is reorganizing the world” es un artículo de Balaji Srinivasan publicado en Wired. Fue de los textos que más me impactó en 2013. Tienes que leerlo.
Srnivasan explica la nueva manera en cómo van a emerger las nuevas ciudades y países del futuro.
Habla de que el ahora-famoso concepto de las cosas en la nube no aplica únicamente a datos. Aplica también a nuestros intereses.
Explica que —y este es mi ejemplo— eres un coleccionista de cucharas de la Edad Media. Gracias al nuevo tipo de interacción que tenemos por la red puedes encontrar a la especie de humanos (raros) que se identifican contigo y tus pasatiempos. Habla de que no estamos solos sino que estamos desperdigados, que tu alma gemela de las cucharas medievales puede vivir en Ereván y la tecnología que vas a usar para comunicarte con ella es la misma que la que usarías para chatear con tus vecinos del departamento de arriba.
Los coleccionistas del mundo y tú podrían organizarse de forma rápida y efectiva para celebrar eso que conocemos como un congreso especializado. Detalla que entonces de los quinientos tipos interesados en ese rollo tal vez asistirán sólo algunos al evento de siete días en Hawaii. Y aquí lo más revelador: el buen Balaji redacta autoritativamente que básicamente no existen limitaciones de índole práctico real para que los coleccionistas de este tipo de cucharas que existen en los cincos continentes decidan juntarse físicamente y establecer su pequeño territorio en cualquier lugar del mundo por siete días, cuatro meses, quince años o toda una vida.
Dice que por primera vez en la historia de la humanidad, las comunidades se formarán al margen de ambiciones políticas —como resultados de guerras, por ejemplo— o coincidencias geográficas – “ah, vamos a ser comunidad porque nacimos en el mismo lugar aunque como individuos no tengamos ni los mismos objetivos ni los mismos intereses”.
El punto aquí es que tu sangre está regada por todos los mares del mundo. La puedes encontrar si tan sólo te avocas a ello.
Mis resultados.
En el bachillerato del infierno en el que estudié nadie jugaba ajedrez. Tuve que enseñárselo a mis compañeros. Invertí tiempo y recursos emocionales. Valió la pena.
Durante mi etapa universitaria fundé una especie de club de tecnología. En la primera reunión logré convocar a doscientos alumnos de diversos semestres y especialidades. Platiqué las ventajas de afiliarse y bla bla bla. Calculé que varios se inscribirían al finalizar la sesión. Sólo uno de ellos lo hizo. Mi desánimo no fue nada ante la impresión que me quedó al ver de frente la apatía de mis compañeros. Pero no pasó nada. Entre uno de mis amigos más cercanos, el nuevo chico y yo logramos ir sumando gente para llevar el club de cero a ciento veinte voluntarios activos en menos de un año.
Cuando me inicié profesionalmente en el asunto de emprender, viví frustrado durante un buen tiempo, pues no encontraba con quién hablar de forma seria sobre las dificultades que iba experimentando y aprendiendo en este arduo salto de fe. La gente interesada en el tema no estaba en mi radar. Decidí que si no había un grupo al cual recurrir, lo iba a tener que fundar yo. Así me volví el organizador de reuniones de emprendedores. Comencé a usar las instalaciones de mi negocio y mi departamento como sedes para platicar sobre este tema. Al principio éramos únicamente dos —una amiga que terminó siendo mi brazo derecho y yo. Cuando dejé el grupo, podías contar casi cincuenta participantes. Tiempo de formación del grupo: unos diez meses de trabajo constante.
Pero quería hablar de más temas con mucha gente diferente. No me quería confinar a hablar de tecnología y emprendimiento únicamente. Me gusta la historia, el arte, la literatura, la política, la ciencia ficción, la psicología, la arquitectura, la física, la metafísica, la luna, los poemas, la música y demás. ¿Cómo ampliar mi exposición a más contactos interesados en platicar de todas estas cosas conmigo?
La respuesta está enfrente de ti. Este blog en triple doble u punto Aarón Benítez punto com. Llevo poco más de diez años construyendo contenido.
Voy a listar diez ciudades en México primero y diez ciudades en el extranjero después. D.F., Monterrey, Guadalajara, Querétaro, Puebla, León, Veracruz, Hermosillo, Tijuana y San Luis Potosí. Bogotá, Madrid, Nueva York, Houston, Salamanca, San Antonio, Los Angeles, Buenos Aires, París y Londres.
Hay una cosa del diablo llamada Google Analytics que me informa que esos son los lugares del mundo donde tengo más potenciales amigos relevantes.
Google Analytics me confirma lo que ya sé: que no tengo razón para sufrir de soledad de la mente porque mucha gente y yo andamos en la misma frecuencia de intereses. Lo único nuevo que Google Analytics me reporta es la ubicación de la mayoría de esas mentes.
Tal vez el ejemplo de la fiebre que di al principio no sea del todo preciso para hablar de la soledad de la mente. A diferencia de una fiebre, lograr un contraataque efectivo a la soledad de la mente toma mucho más tiempo. No la podemos hacer desaparecer en cuestión de horas o un par de días. Esto es como enfermarse de algo más serio, nunca ocurre en un abrir y cerrar de ojos. Generalmente nos enfermamos por la acumulación de apatía y/o desinformación en algún aspecto.
Apático no eres. Si lo fueras, no estarías leyendo esto. Desinformado ya no estás. Ahora sabes el nombre del problema que tienes y cómo abatirlo.
Está bien. Crees que eres especial. Yo también lo creo. Creo que todos somos especiales. El problema viene cuando usamos esa definición como una especie de excusa para perdonar nuestra inacción. Sentirte especial y creer que por eso nadie te entiende en este puto mundo está bien cuando tienes quince años.
Pero si eres especial, actúa de forma especial.
No te quedes sufriendo silenciosamente como todos, pensando que no hay nadie interesante allá afuera con quien compartir tus intereses.
Deja de pensar que la gente a tu alrededor y la ciudad en donde vives tienen que ser por fuerza tu comunidad.
Es hora de lanzar la señal que llamará a tu gente. Lo opuesto a la soledad de la mente es una mente abarrotada con ideas, interacciones, personas, planes e intenciones. Es una mente con estrés pero del bueno.
Es una mente que sé que te va a gustar.
Llega ahí.
Yo aquí estoy, ya lancé el llamado.
Y potenciales nuevos amigos relevantes como tú han ido llegando.
Sin miedo.
Cero dramas.
Ecuanimidad. Enfoque.
La gloria está en el largo plazo.
Disciplina emocional.
Dureza mental.
Sé audaz. Y selo ahora.
—A.