Violar la narrativa es proponer con decisión etiquetas, ideas y/o construcciones que el mundo no espera de ti.
Hace un par de días, platicaba sobre esto con un nuevo amigo, quien se presenta abiertamente como inventor. Esta forma descarada de insistir claramente en la etiqueta que le corresponde es una que me fascinó. Le dije que justo necesitamos empujar más esta actitud. ¿Cuántos inventores más hay allá afuera que no se etiquetan así simplemente porque no hay diplomas de inventor de ninguna institución?
Vivo en un instante interesante. Entiendo muy bien las tendencias sociales y tecnológicas por un lado, y por el otro tengo inserto muy dentro de mí todo el bagaje de notas del comportamiento personal y profesional que la vieja escuela espera de mi generación. Esa vieja escuela insiste en nociones que ya no funcionan en este mundo y, sin embargo, muchos jóvenes siguen siendo taladrados con ellas. Lo peor no es eso, sino que creen fervientemente en lo que sus maestros con tres décadas explicando los mismos temas en la vieja universidad les indican como verdad esculpida en tablas sagradas.
Y así, llegamos al perfil de LinkedIn de una recién egresada en sus mediados veintes que decide escanear la fotografía que usó para su papeleo oficial de la vieja universidad de gobierno donde aparece sin aretes, con seriedad fúnebre y con un peinado que ha usado exactamente una única vez en su vida. La chica de la foto no representa a la chica entusiasta, inteligente y a la moda de la vida real. Y sin embargo, jóvenes así empujan comportamientos que eran estándares en los años setentas porque nadie ha puesto en su rango de consideración la genial opción de violar la narrativa y simplemente mostrarse a color y de forma genuina en un entorno diseñado para la modernidad y no para que sus abuelos aplaudan ya que entienden lo que están haciendo.
En México nos dicen cosas como que tenemos que hablarle de “usted” a toda figura de autoridad y persona mayor. Nos explican que es por respeto. Viola la narrativa y piensa si realmente eres irrespetuoso al hablar con alguien de “tú” mientras mantienes tu interacción profesional y amable. No, no lo eres. Es más irrespetuoso hablar de “usted” a alguien automáticamente y no poner realmente atención a lo que te está diciendo. Si alguien se ofende porque no le hablas de “usted”, probablemente estás sumergido en un ecosistema todavía dominado por la vieja guardia.
No me hables de usted y jamás esperes que yo lo haga contigo. A menos que seas presidente de un país y estemos en una ceremonia muy formal.
Este ejemplo simple del “tú” versus “usted” te muestra lo difícil que es violar la narrativa. Más de uno suda cuando le propongo este tipo de saltos en su comportamiento. Y aquí estamos hablando sencillamente de intercambiar una palabra por otra y ya hay en la cabecita de muchos de mis lectores decenas de razones por las cuales no es una buena idea.
Violar la narrativa nunca es fácil, ni con las cosas pequeñas.
Absolutamente todas esas personas que admiras en cualquier campo profesional, todos ellos, han cobrado la relevancia que tienen porque han violando precisa y consistentemente la narrativa que el mundo insistía en imponer en su ruta.
He violado la narrativa de mi vida varias veces y he aprendido que hacer esto ofende muchas sensibilidades. Todavía me parece increíble cuando veo a la gente tomar el asunto de forma personal aunque no sean afectados de ninguna manera directa. Es más, ni nos conocemos y de alguna forma abrazan la violación a la narrativa como si yo me hubiese desviado de mi camino con la instrucción concreta de fastidiarlos. ¿Qué hace la mayoría de personas ante un ataque a su visión de lo establecido? Contraatacan a quien viola la narrativa. Con este marco de referencia doy la bienvenida a la gran cantidad de comentarios que recibo todo el tiempo de gente que de alguna forma fantástica han logrado entender mejor que yo lo que estoy intentando construir y que condescendientemente me hace ver que no estoy listo ni tengo las herramientas y/o que ahora no es el momento y así.
No hay manera de violar la narrativa desde una una reunión familiar o en una plática con cervezas en el bar de siempre con tus amigos donde todos aplauden tu esfuerzo, notas y proyectos. La narrativa se viola precisamente porque ofendemos —sin querer— el sentido, la dirección, el entendimiento que nuestro círculo tiene de los procesos que se supone deberíamos respetar.
Violar la narrativa es ensanchar nuestro criterio y ponerlo en niveles de dureza emocional para demostrar nuestra hipótesis.
Peter Thiel —el primer inversionista de Facebook y una de las figuras más icónicas del mundo de alta tecnología— inventó una beca hace ya varios años para ayudar a muchos jóvenes brillantes precisamente a violar la narrativa. La premisa es simple y poderosa: abandona la universidad y recibe cien mil dólares para usarlos en el proyecto que quieras.
A estas alturas de la vida ya has escuchado acerca de Bitcoin, tanto la blockchain como la criptomoneda más famosa del mundo. Bien. Es también probable que hayas escuchado de Ethereum, la segunda blockchain y criptomoneda más importante de la humanidad en este instante. Bien. Ethereum fue inventada por Vitalik Buterin, un joven que decidió abandonar sus estudios en la University of Waterloo, una de las más prestigiadas a nivel mundial en su programa de ingeniería computacional.
Va de nuevo: violar la narrativa no es fácil. En este momento, tú lees en un párrafo algo como esto y lo procesas ligeramente. Pero es un joven de veinte años, que decide no continuar con sus cursos, en una institución prestigiosa, que seguramente sus padres, amigos y profesores le han taladrado como un elemento básico de la vida profesional. Hoy, muchos apostamos que su invención —Ethereum— será incluso más importante para nuestra civilización que Bitcoin. Imagina la cantidad de conversaciones y mensajes que Vitalik recibió de su círculo al tomar la decisión de dejar atrás lo que todos piensan que es vital para ser alguien en la vida.
No puedes empujar grandes cosas transitando en la carretera del comportamiento convencional.
Einstein escribió sus artículos más trascendentales no desde su oficina en un laboratorio científico con el salario de investigador de una gran institución sino en condiciones de funcionario gubernamental que robaba una hora aquí y otra allá para avanzar con sus teorías al tiempo que cumplía con el papeleo a su cargo. Violación total de la narrativa.
Ejemplos para estudiar y copiar descaradamente hay muchísimos a tu alrededor. Ya te lo dije: tienes que entender que todas las personas que admiras en algún aspecto profesional y que están en lo más alto de su campo han llegado ahí por haber violado la narrativa de forma consistente.
Cuando creas que no puedes avanzar en algo, cuando pienses que no puedes hacer algo, es simplemente que te faltan dos cosas: imaginación y determinación. Ante los obstáculos diarios a tus ideas, a tu visión, pregúntate cómo podrías darles la vuelta, abrazarlos a tu favor o derribarlos con cierta estrategia. Pregúntate cómo sí podrías conseguir que las cosas ocurrieran en lugar de lamentarte porque tus papás no te apoyan, porque en tu ciudad no hay eventos de ese tipo, porque tu universidad no ofrece tal curso, porque a tus amigos no les interesa tu proyecto, porque aquello y porque lo otro.
Violar la narrativa luce como una bofetada emocional durísima cuando vemos el asunto de cerca.
Violar la narrativa luce como la única opción que teníamos para avanzar cuando vemos el asunto a la distancia.
Comencé a enviar correos electrónicos a los dueños de la empresa en la que trabajé durante casi una década. Nadie me dio permiso. Nadie me dio sus e-mails —los cuales encontré en alguna cadena de mensajes. Nadie me animó a hacerlo. Compartí mis ideas y notas desde mi trinchera muchos niveles abajo de su posición. Les mostré planes con fechas y cantidades. Nunca recibí contestación a mis decenas de mensajes. Al menos no escrita. La respuesta llegó en forma de una promoción espectacular que me hacía saltar automáticamente varios niveles de la organización y que tomó a todos por sorpresa, incluyendo y principalmente a mí.
Años antes, fundé la representación estudiantil de la organización técnica profesional más grande del mundo en mi universidad. No era necesario hacerlo. Nadie me presionó. Nadie lo pedía. Es más, la mayoría de alumnos y maestros desconocían a esta entidad. Pero lo hice. Y diseñé nuestro sitio web. En inglés. Y participamos en todas las convocatorias que hacían para nuestro nivel. Y crecimos. Y llamé la atención de los jugadores de alto nivel y pocos años después me encontraba codo a codo sentado en diferentes hoteles del mundo con gente de naciones poderosas hablando de temas administrativos para los que nadie me preparó.
Emprendí mi primer negocio con lo que yo creí que eran capital y planes suficientes hasta el día en que entendí que lo había hecho mal pero ya me encontraba en medio del asunto y tenía que corregir en tiempo real. Fundé otras empresas y conseguí colaboradores y clientes que jamás habría pensado capaz de incluir en mis proyectos.
Me inventé mi editorial para no tener que esperar los tiempos y permisos de otros para publicar mis libros.
Comencé a escribir artículos de miles de palabras directamente en Facebook hace diez años aunque todos me decían que la plataforma no era para eso.
Y así he violado la narrativa una y otra vez.
En ninguna de las ocasiones en que lo he hecho ha sido fácil.
Pero siempre ha sido necesario.
Ecuanimidad. Enfoque. Largo plazo
Sé audaz. Y selo ahora.
—A.