El exceso de inseguridad personal que permea en nuestra sociedad genera una cantidad innecesaria de emprendedores engañados. Estas personas creen que están abriendo un negocio cuando en realidad están inventando un auto-empleo.

En un auto-empleo todo depende de ti.

En un emprendimiento eres el hombre orquesta que quiere tocar casi todos los instrumentos.

En una empresa tienes sistemas para que las cosas dependan cada vez menos de ti.

La mayoría de la gente no sabe escalar en términos de productividad. Su inseguridad personal le impide confiar y delegar.

No puedes construir una empresa sin confiar.

No puedes construir una empresa sin delegar.

Te voy a enseñar cómo abandonar la mentalidad de auto-empleo.

Te voy a enseñar cómo abandonar la mentalidad de emprendedor.

Te voy a enseñar a confiar y delegar.


Ayer comí con un amigo de muchas batallas. Entre varios temas, hablamos sobre nuestra salud, las apps que usamos para ejercitarnos, nuestras rutinas y la alimentación. Sobre esto último, ambos confesamos lo difícil que nos resulta rechazar comidas deliciosas que no son nada saludables.

—Esto de la comida es algo muy psicológico. —Comenté. Quién sabe qué demonios estamos compensando con eso.

Reímos y llevamos la conversación a otros terrenos que nos hicieran sentir más orgullosos.

Muy probablemente tu problema para escalar tu negocio es que no confías en otros y/o que no delegas.

Eres un entrenador personal, un plomero, un dentista, alguien con una habilidad y una clientela establecida. Piensas que todo lo tienes que hacer tú de cara a tus clientes porque si no, las cosas no funcionarán bien o no se harán con la calidad que a ti te gusta o la gente se va a enojar porque te quieren ver a ti, etcétera.

Lo he visto y escuchado todo. No hay una razón que me puedas dar que justifique genuinamente tu falta de capacidad para escalar, para llevar tu idea de negocio a alturas más grandes. En esta etapa del auto-empleo que tienes o del emprendimiento en que te encuentras, todo se reduce a tu problema con confiar y delegar.

Esto de confiar y delegar es algo muy psicológico.

Realmente todo el asunto de poder crear empresas es algo muy psicológico.

El primer paso, al igual que en AA, es reconocer nuestro estado en voz alta: “me llamo Aarón y soy bastante inseguro (por eso no confío y no delego)”.

Si llegas a este paso, los siguientes son lógicos: necesitas hablar con un psicólogo, necesitas hablar con un psiquiatra.

Si tu mentalidad y la del mundo a tu alrededor siguen atascadas en el año mil novecientos cincuenta o por ahí, probablemente pienses que esto de ir a hablar con un psicólogo o ver a un psiquiatra es una tontería porque tú no lo necesitas. Tú estás bien. Tienes buen humor, no estás loco, le caes bien a la gente y no te pasan cosas raras que ameriten consultas médicas de este tipo.

Todo eso es tu opinión.

Deja que un psicólogo o un psiquiatra te digan eso: que no es necesario que acudas con ellos.

Si tienes algún problema con tu rodilla debido a una caída, vas con un traumatólogo hasta que te informa que ya no es necesario. Y así con cualquier especialidad. Un experto ético te va a decir cuando tus interacciones directas con él ya están de más.

El punto de todo esto es que no vas a llegar muy lejos en esto de crear empresas si la parte más importante que dirige todos tus pensamientos y comportamientos no está bien afinada. Tu mente requiere mucho mantenimiento. Muchísimo. Algo de eso se lo puedes dar tú, justo como con el mantenimiento de tu auto al cual, claro, puedes lavar y cambiarle una llanta, pero a menos que seas un consumado mecánico automotriz con grandes conocimientos de electrónica, hay muchas cosas fuera de tu capacidad de reparación directa.

No vas a poder confiar ni delegar de manera consistente y ganadora si ves esto de ir al psicológico/psiquiatra como algo exótico, como un tema tabú, como una cuestión que te resta puntos de algún tipo de juego tonto con la sociedad.

Todos los tipos de alto desempeño que conozco invierten como locos en tener súper afinada su mentalidad. Saben que de ahí viene todo.

Lo necesitas. Y la prueba está en que tu energía física y mental es finita. Las habilidades técnicas que ponen pan en la mesa no las vas a poder ejecutar con entusiasmo y disciplina durante tus próximos cuarenta, cincuenta años de vida. Necesitas construir un sistema a tu alrededor basado en tu conocimiento, experiencia, contactos y no en tu ejecución directa.

Agenda una consulta con un psicólogo y otra con un psiquiatra. Comienza a indagar con cada uno de ellos las razones de tu dificultad para confiar y delegar.

Y —si te ocurre como a mi amigo y a mí— explora también qué es lo que estás compensando con tanta comida.


Cuando hablo de confiar, no me refiero a que seas tonto e inocente y que confíes ciegamente en el mundo. Si algo somos las personas, es caóticas. Y tienes que estar alerta para que ese caos que nos rodea no afecte la empresa que quieres construir, la cual por cierto en esta etapa inicial tiene una infraestructura tan sólida como un castillo de naipes.

No. Cuando hablo de confiar no lo hago en términos externos. No es un tema de “confía en las personas” o “confía en que todo estará bien”.

Me refiero a que confíes en ti, por sobre todas las cosas.

Tus colaboradores se van a equivocar en muchas cosas en varias ocasiones. Cuando esto inevitablemente ocurre, el amateur avienta su mente hacia arenas estilo “eso no habría ocurrido si lo hubiese hecho yo”, “es que por eso no puedo confiarle esto a nadie más”.
A ver. Si Steve Jobs y Bill Gates pudieron dejar de tomar cada llamada de teléfono, cobrar cada factura y atender a cada proveedor en un negocio tan complejo como es construir una empresa de alta tecnología en los albores de la industria de la computación personal, ¿me estás diciendo que tu actividad es mucho más sofisticada e innovadora que la de ellos? Por favor.

Y, por cierto, Steve Jobs no confiaba en la gente. Bill Gates realmente tampoco.

Esto es lo que tú tienes que hacer y que ellos entendieron muy pronto en el juego: se trata de confiar en uno mismo al máximo nivel. Que si tus colaboradores hacen tonterías, tengas la dureza mental y disciplina emocional de saber que tú lo puedes reparar.

A menos que estés a cargo de la sala de emergencias de un hospital, casi todo en lo que tus colaboradores puedan equivocarse es reparable.

No es agradable ni deseable que se equivoquen, pero como te decía, si no puedes confiar en tu capacidad de que podrás resolverlo, ahí hay una fuerte señal de que mi sugerencia de conversaciones con tu subconsciente y medicamentos no está errada.

Confía en ti mismo. Esto se lee romántico, inspirador, bonito. Tú abórdalo como algo práctico. Sé un pro que construye compañías basado en que los errores de sus colaboradores son señales claras de que hay procesos que mejorar y ya.


Delegar es lo mismo. Es un tema que tiene que ver con la importancia artificial que nos fascina inyectar a nuestro ego.

No delegar significa que piensas así:

“Sólo yo puedo hacer las cosas bien”.

“Sólo yo sé cómo se debe hacer”.

“Sólo yo puedo atender al cliente como quiere”.

Esto es ego y debilidad emocional que te ata a creer que siendo el centro del universo de tus servicios tu vida tiene significado.

Claro que no eres el único que puede hacer las cosas bien.

Claro que no eres el único que sabe cómo hacerlo.

Claro que no eres el único que puede atender al cliente como quiere.

Una vez que hayas superado en tus consultas médicas con los especialistas del cerebro tus traumas de por qué quieres hacerlo todo tú, vas a hacer lo siguiente:

Contratas a alguien que esté, no sé, a un cincuenta por ciento de tu nivel técnico en lo que sea que haces. O más. No importa mucho, pero sí que tenga una excelente actitud ante la vida. Esto es extremadamente importante. Recuerda que las habilidades las puedes enseñar, pero no puedes convertir a alguien a que sea agradable si su temperamento ya está cableado de otra manera.

Vas a seguir atendiendo todo (clientes, proveedores, prospectos) tú directamente. Pero esta personita te va a acompañar como una sombra. Va a ver cómo lo haces, con quién hablas, qué palabras usas, el tiempo que te tomas. Va a escribir sus notas. Vas a platicar con él los secretos del oficio y demás.

Haz esto durante, digamos, un par de meses.

Tus clientes, prospectos y proveedores tienen que acostumbrarse a ver a este tipo a tu lado. Tú preséntalo sin título. Di algo así como “Este es John” y listo, no tienes que dar más explicaciones.

Un día, pasados esos dos meses, comienzas a hacer una especie de transición velada ante los ojos de tus clientes, prospectos y proveedores. Ahora John comienza ejecutando el veinte por ciento de las acciones con ellos. Luego vas subiendo el asunto hasta que en una interacción cualquiera él ya ejecuta el ochenta por ciento del servicio y la conversación. Todo esto siempre contigo al lado.

En este punto, tu ecosistema ya está familiarizado con John. Saben que es tan bueno como tú. Saben que lo respaldas. Saben que tiene la capacidad de atenderlos bien. Un día, de forma casual, le informas al cliente —delante de John— que en la siguiente sesión John se hará cargo de ellos porque tú tienes que salir de viaje y no quieres que eso sea una excusa para dejar de darle servicio. Sorpréndete al ver qué tan natural y bien tus clientes aceptan la idea.

Y comienzas a desaparecer.

Ya tienes un John ejecutando por ti.

Es hora de generar un Paul, luego un George, luego un Ringo.

Esto se llama escalar. Estás generando empleos. Estás impulsándote e impulsando a tu comunidad. Estás aprendiendo a crear un sistema. Estás convirtiéndote poco a poco en empresario con recursos. Esos recursos generan riqueza para ti y para tu entorno.
Desea cosas así.


Vienen varios temas.

El tema del miedo a que te roben las ideas. ¿Te van a robar las ideas? Claro. Y puedes tratar de reinventar la rueda o hacer la paz con esto y consolarte entendiendo que sí, te van a robar las ideas, pero nadie puede robarte la ejecución. Ahí tienes como prueba el mundo de apps que quieren ser Uber, el mundo de plataformas que quieren ser Facebook, el mundo de pizzerías que quieren ser Domino’s.

El tema del miedo a que te roben a los clientes es otro bastante válido. Contrarréstalo con un buen marketing. ¿Ha Pepsi realmente robado clientes a Coca-Cola o por el contrario ha solidificado la lealtad a la marca por comparación? Si no estás dispuesto a que tus clientes se embarquen en la exploración de tu competencia para que regresen todavía más convencidos, el problema no es la gente que contrates para escalar y que te roben a tu clientela, sino la calidad de tu producto o servicio.

Mucha gente responde a mi argumento de escalar defendiendo el hecho de que no les interesa, que así están bien, que no quieren problemas.

Conforme decidas no escalar y continúes ejecutando más y más por tu cuenta, te volverás mejor en el asunto técnico que sea que brindes como servicio. Llegará el día donde la aventura habrá terminado porque lo que haces se ha vuelto monótono, rutinario, normal. Sí, ganas dinero. Sí, no tienes problemas, pero tampoco tienes una aventura frente a ti.

Más que la felicidad y el amor, el ser humano ruega porque haya aventuras frente a él.
Observa a cualquier persona que tenga una buena cuenta bancaria, buenos autos, vacaciones, una familia bonita, un buen empleo o una empresa funcionando. Si todo lo que quisiéramos fuera felicidad y amor, esa persona debería encerrarse en su habitación a no hacer nada fuera de su rutina establecida porque en teoría ya lo tiene todo.

¿Sabes? Esa persona va a romper algo. Esa persona necesita interactuar con el caos. Y si no lo encuentra, lo va a crear. Esto es porque cuando no tenemos retos, no activamos partes de nuestro código genético que desean salir para hacernos crecer, para explotar a nuestro favor el cúmulo de habilidades y posibilidades que todas las generaciones antes de nosotros nos han regalado.

Un gimnasio no vende músculos. Te vende el reto para que salgan de ti.

Una empresa no te da nuevas habilidades. Te da el reto para que salgan de ti.

Escalar una compañía es de los mejores retos de nuestros tiempos.

Ganas tú en varias dimensiones: la social, la financiera, la emocional. Gana tu entorno. Gana tu nación.

Ah, sí. La nación. Escalar un negocio es de las maneras más genuinas para considerarte un verdadero patriota. Pocas cosas con tanto impacto como crear organizaciones dinámicas, solucionadoras, activas, buenas, ambiciosas.

No nos faltan auto-empleados ni emprendedores en nuestras queridas coordenadas latinoamericanas. Tenemos muchísimos. Esa es la parte fácil.

Nos hacen falta líderes de sí mismos que tengan la ambición y visión de escalar su negocio, de crear organizaciones, de diseñar sistemas, de fundar verdaderas empresas. Este es el reto.

Pero como te decía, esto no lo vamos a poder hacer si no estamos bien en lo interno. Si dejamos que nuestros miedos dicten la racionalización de que no se puede confiar en la gente y que nadie puede hacer tan bien las cosas como tú.

Ahí donde veas a alguien con un sistema empresarial consolidado a su alrededor, ahí hay mucho trabajo mental que tuvo que hacer para someter sus débiles narrativas internas.

Confía.

Delega.

Escala.

Ecuanimidad. Enfoque. Largo plazo.

Sé audaz. Y selo ahora.

—A.